ANA JULIA
Ha tenido que ser ella: mujer, inmigrante, negra y
de izquierdas. Este es el mensaje que predomina en Twitter a propósito del
lamentable asesinato del niño Gabriel en la bella y extraña tierra próxima a
Las Negras. Tras la detención hecha con las manos en la mesa, las turbas
enardecidas, como siempre, se lanzaron al linchamiento físico, que, cual
Jesucristo en el caso de la prostituta, tuvo que ser evitado por la Guardia
Civil; y tras el físico, el de las redes. Bastarda, malnacida, rastrera,
miserable son algunos de los apelativos de las redes para la que se desean las
muertes más despiadadas y atroces. ¡Cómo les gusta a algunos ajusticiar en masa!
Hace unos días que trascendió en la prensa algún que otro linchamiento público
en India contra sujetos que habían cometido un delito u otro, aunque, quizá, no
tan grave como el presuntamente cometido por la odiada Ana Julia.
Escribo en Twitter el nombre de la desdichada y leo,
al azar:
A. R. (omito el apelativo completo del autor por discreción).
Será todo un espectáculo de circo ver como van a
tratar el tema los progres españoles.
Sí, ya sé
que la escritura en las redes es precipitada y descuidada pero, aún así, el
mensaje reproduce en parte el cutrerío intelectual de quienes, en este caso, se
ponen a lanzar piedras contra la presunta, aunque confesa, asesina: mujer,
inmigrante, negra y de izquierdas, mientras se regocija de la incómoda posición
en que según el autor del texto se van a
ver los progres españoles. Pues bien, como profesor que soy, vamos, en primer
lugar, a atender ciertos asuntos formales:
Señor A.
R.: En el primer párrafo de su corto texto faltan dos comas y sobra un punto.
Nunca se escribe punto de separación entre un sujeto (“Ana Julia Quezada” la
asesina de Gabriel Cruz) y el predicado (es negra, inmigrante y de Podemos).
En el
segundo párrafo también comete usted, en su precipitado discurso, una falta de
ortografía: la palabra “como” debería llevar acento (“cómo”) ya que tiene
sentido interrogativo. En cuanto a lo de escribir “Negra” con mayúscula, bueno,
aunque incorrecto se lo voy a pasar, en la medida en la que su propósito es
resaltar la condición racial para resultar así más humillante y perdonavidas.
Correctamente
escrita, su misiva vendría a ser algo así como:
Vamos, que “Ana Julia Quezada”, la
asesina de Gabriel Cruz, es negra, inmigrante
y de #Podemos.
Será todo un espectáculo de circo cómo
van a tratar el tema los progres españoles.
El mensaje
tendría la misma carga xenófoba, racista, sexista y facha pero, al menos,
estaría bien escrito y la gente (o muchos de nosotros que, a pesar de no
exhibir banderitas nacionales, tenemos el gusto por la lengua española bien
hablada y escrita) lo tomaríamos a usted más en serio.
Pues sí,
la asesina ha sido una mujer. No es lo normal. La inmensa mayoría de la
violencia la ejercen los hombres. A veces contra las mujeres, pero muchas otras
contra otros hombres. En este caso ha
sido contra un niño, con lo que creo que podemos despojar al suceso de connotaciones
de género. Y sí, es inmigrante y además de raza negra. ¿Cambia eso algo? Ah,
claro, olvidaba que era, es, dice ser o dicen que es (no sé de dónde han sacado
la información) de izquierdas, incluso de Podemos -que es todavía un escalón
más cerca de los infiernos-. ¿Y?
Quiero
recordar a los lectores que el asesinato más despiadado, frío y el que más
dolor ha ocasionado en el mundo occidental desde que uno tiene memoria fue
ejecutado por un hombre, blanco y rubio, de frente despejada y ojos verdes, ciudadano con pedigrí de uno de los países más
evolucionados del mundo y de derechas, muy de derechas. Se llamaba (se llama,
ya que en chirona también tiene nombre la gente) Anders Beringh Breivick y un
día de julio de 2011, tras poner una bomba en el centro de Oslo y matar a unos
cuantos, se vistió de policía, agarró el arsenal del que disponía y se fue a la
isla de Utoya en donde había una concentración de jóvenes laboristas de entre
16 y 24 años y empezó a disparar indiscriminadamente. Después anduvo paseándose
entre los heridos disparando uno a uno para rematarlos. Se cargó a más de
noventa.
Habrán
otros asesinatos: personalizados, masivos, indiscriminados… y los cometerán
hombres, mujeres (más hombres que mujeres), blancos, negros, musulmanes y
cristianos. Y las turbas, enfervorecidas, saldrán a linchar al asesino presunto
o confeso. Esperemos que caiga por allí Jesucristo. O la Guardia Civil. Lo de
las redes ya es otra cosa.
Román
Rubio
Marzo
2018
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