EUFEMISMOS
En el estupendo libro Arden las redes, Juan Soto Ibars dedica un capítulo a la corrección
política y señala jugosos ejemplos en los que las palabras, tras un cierto uso,
adquieren una connotación denigratoria y son sustituidas por otras neutras que
al cabo del tiempo necesitarán ser repuestas por el mismo motivo. Se trata del
eufemismo o suavización del mensaje. Ocurre en todas las lenguas, pero es en el
inglés norteamericano donde adquiere cotas drásticas. En la época de Mark Twain
la palabra nigger (negro) era
comúnmente aceptada; tanto que aparece 219 veces en el libro Huckleberry Finn. Hoy en día es tan
enormemente ofensiva que se sustituye por otras más neutras en las ediciones
escolares, mistificando así la obra literaria. Le sustituyó black que dejó de usarse en los 70 en beneficio
de coloured
(persona de color) para devenir
finalmente en afro-american. Me
pregunto: ¿Cuál será la palaba que la sustituirá cuando esta quede manchada por
el desprestigio? George Carlin, el famoso
monologuista fallecido en el 2008 solía hacer repaso de esta absurda
competición americana por la corrección política que impregnaba asuntos de raza,
religión, estados físicos y mentales y hasta temas económicos o militares. Lo
que en la Primera Guerra Mundial se llamó “neurosis de guerra” (shell shock), pasó a llamarse “fatiga
de batalla” (battle fatigue) en la
Segunda para evolucionar en “agotamiento operacional” (operational exahustion) tras la guerra de Corea y “desorden de estrés postraumático” (post-traumatic stress disorder) en la
guerra del Golfo. Palabras distintas, cada vez más asépticas, para designar exactamente
la misma cosa.
EL Decreto 2421/1868 del 20 de septiembre de las Cortes franquistas se
redactó para regular y potenciar la protección del menor con taras físicas o
psíquicas. Se puede leer en el preámbulo:
(…) Un programa de protección a los menores
subnormales debe atender a su bienestar y rehabilitación, protegiendo, ayudando
y reeducando al deficiente o disminuido para hacer efectivas (…)
¿Subnormal, deficiente…? ¿Está redactado acaso para
humillar a estos niños? En absoluto. De hecho, la palabra subnormal era en sí un
eufemismo que vino a suavizar los
altamente ofensivos, incluso para la época, idiota e imbécil. El hecho de que estas
palabras se usaran para insultar,
hurtaron a las mismas de su inicial sentido denotativo. El hecho de que
discapacitado sea considerado injurioso es cuestión de tiempo. De hecho ya son
“persona discapacitada” o “diverso funcional” apelaciones más aceptadas. Es
igual. Al final habrá que encontrar otra palabra o expresión para designar la
misma cosa.
El sábado, en un editorial de El País referido al asunto del espía ruso envenenado con gas
nervioso en Inglaterra en compañía de su hija, leo:
“Lo sucedido el domingo además ha afectado a más
personas que al objetivo del presunto ataque. Se trata pues de una acción
terrorista indiscriminada (…)”
¿Acción terrorista indiscriminada? Es cierto que el
agente de policía que acudió en su auxilio resultó contaminado, con lo que
podríamos considerarle una “víctima colateral”. Vale que llamen acto terrorista
a lo que suena como una venganza a un espía que había traicionado a los suyos
por dinero, pero que digan que es un
ataque indiscriminado, no. No trago. Indiscriminado es cuando se mata, hiere o
hace daño a alguien sin atender a su identidad, como ocurrió en el atentado de
Las Ramblas y en tantos otros, pero cuando se trata de hacerlo a una persona concreta
es muy, pero que muy, discriminado. Ay,
las palabras. Como les gusta a algunos etiquetar las cosas, aunque sea solo
para confundir.
No hace mucho que la feria de arte Arco retiró de la
exposición una obra titulada Presos
Políticos, mural que constaba de
fotos de personas entre las que se incluían a los Jordis y a Junqueras. El
problema no era ético sino semántico. Creo que la obra no habría sido retirada
de haberse llamado, por ejemplo, Personas.
En un alarde de funambulismo lingüístico, algunos ocurrentes salieron diciendo
que no son presos políticos sino políticos presos. Y tan contentos con su hallazgo de Perogrullo.
Y mi favorita: algunos lectores se dirigieron
indignados a la defensora del lector del periódico que leo (para pasmo de
muchos de mis conocidos que lo consideran anacrónico y demodé) porque un redactor había usado de manera jocosa en su
columna el término viejenials
refiriéndose a los mayores, lo que podría constituir no ya un eufemismo sino un
disfemismo (palabra o expresión deliberadamente despectiva e insultante que se
usa en vez de una más neutral). Uy, uy, uy; no les llamen viejos que los ánimos
están exaltados.
Román Rubio
Marzo 2018
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