lunes, 12 de marzo de 2018

EUFEMISMOS


EUFEMISMOS



En el estupendo libro Arden las redes, Juan Soto Ibars dedica un capítulo a la corrección política y señala jugosos ejemplos en los que las palabras, tras un cierto uso, adquieren una connotación denigratoria y son sustituidas por otras neutras que al cabo del tiempo necesitarán ser repuestas por el mismo motivo. Se trata del eufemismo o suavización del mensaje. Ocurre en todas las lenguas, pero es en el inglés norteamericano donde adquiere cotas drásticas. En la época de Mark Twain la palabra nigger (negro) era comúnmente aceptada; tanto que aparece 219 veces en el libro Huckleberry Finn. Hoy en día es tan enormemente ofensiva que se sustituye por otras más neutras en las ediciones escolares, mistificando así la obra literaria. Le sustituyó black  que dejó de usarse en los 70 en beneficio de  coloured  (persona de color) para devenir finalmente en afro-american. Me pregunto: ¿Cuál será la palaba que la sustituirá cuando esta quede manchada por el desprestigio?  George Carlin, el famoso monologuista fallecido en el 2008 solía hacer repaso de esta absurda competición americana por la corrección política que impregnaba asuntos de raza, religión, estados físicos y mentales y hasta temas económicos o militares. Lo que en la Primera Guerra Mundial se llamó “neurosis de guerra” (shell shock), pasó a llamarse “fatiga de batalla” (battle fatigue) en la Segunda para evolucionar en “agotamiento operacional” (operational exahustion) tras la guerra de Corea  y “desorden de estrés postraumático” (post-traumatic stress disorder) en la guerra del Golfo. Palabras distintas, cada vez más asépticas, para designar exactamente la misma cosa.

EL Decreto 2421/1868 del 20  de septiembre de las Cortes franquistas se redactó para regular y potenciar la protección del menor con taras físicas o psíquicas. Se puede leer en el preámbulo:
(…) Un programa de protección a los menores subnormales debe atender a su bienestar y rehabilitación, protegiendo, ayudando y reeducando al deficiente o disminuido para hacer efectivas (…)
¿Subnormal, deficiente…? ¿Está redactado acaso para humillar a estos niños? En absoluto. De hecho, la palabra subnormal era en sí un eufemismo que vino a suavizar  los altamente ofensivos, incluso para la época, idiota e imbécil. El hecho de que estas palabras se usaran para insultar,  hurtaron a las mismas de su inicial sentido denotativo. El hecho de que discapacitado sea considerado injurioso es cuestión de tiempo. De hecho ya son “persona discapacitada” o “diverso funcional” apelaciones más aceptadas. Es igual. Al final habrá que encontrar otra palabra o expresión para designar la misma cosa.

El sábado, en un editorial de El País referido  al asunto del espía ruso envenenado con gas nervioso en Inglaterra en compañía de su hija, leo:
“Lo sucedido el domingo además ha afectado a más personas que al objetivo del presunto ataque. Se trata pues de una acción terrorista indiscriminada (…)” 
¿Acción terrorista indiscriminada? Es cierto que el agente de policía que acudió en su auxilio resultó contaminado, con lo que podríamos considerarle una “víctima colateral”. Vale que llamen acto terrorista a lo que suena como una venganza a un espía que había traicionado a los suyos por dinero, pero  que digan que es un ataque indiscriminado, no. No trago. Indiscriminado es cuando se mata, hiere o hace daño a alguien sin atender a su identidad, como ocurrió en el atentado de Las Ramblas y en tantos otros, pero  cuando se trata de hacerlo a una persona concreta es muy, pero que muy, discriminado.  Ay, las palabras. Como les gusta a algunos etiquetar las cosas, aunque sea solo para confundir.

No hace mucho que la feria de arte Arco retiró de la exposición una obra titulada Presos Políticos, mural que constaba de fotos de personas entre las que se incluían a los Jordis y a Junqueras. El problema no era ético sino semántico. Creo que la obra no habría sido retirada de haberse llamado, por ejemplo, Personas. En un alarde de funambulismo lingüístico, algunos ocurrentes salieron diciendo que no son presos políticos sino políticos presos. Y tan contentos con su hallazgo de Perogrullo.

Y mi favorita: algunos lectores se dirigieron indignados a la defensora del lector del periódico que leo (para pasmo de muchos de mis conocidos que lo consideran anacrónico y demodé) porque un redactor había usado de manera jocosa en su columna el término viejenials refiriéndose a los mayores, lo que podría constituir no ya un eufemismo sino un disfemismo (palabra o expresión deliberadamente despectiva e insultante que se usa en vez de una más neutral). Uy, uy, uy; no les llamen viejos que los ánimos están exaltados.

Román Rubio
Marzo 2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario