lunes, 26 de noviembre de 2018

GIBRALTAR



GIBRALTAR


En La hoguera de las vanidades, Tom Wolfe escribe un memorable capítulo titulado Gibraltar. En el ideario anglosajón, la palabra es sinónimo de fortaleza o lugar inexpugnable por la solidez de sus defensas. En la novela se refiere, de manera metafórica, al Palacio de Justicia del Bronx, único lugar seguro —incluso para jueces y policías— en aquel truculento Bronx de los ochenta, al que es conducido el infortunado Sherman McCoy en lo que sería el inicio de su descenso a los infiernos.

El Peñón de Gibraltar (el de verdad) es enclave británico desde 1713, año en que se firmó el Tratado de Utrecht. En las últimas semanas ha sido motivo de toma y daca diplomático a tres bandas y un serio obstáculo para llegar a un acuerdo entre la UE y Gran Bretaña sobre el Brexit. Tras muchos tira y afloja, dimes y diretes, amenazas españolas de veto a la firma del acuerdo y otras zarandajas, el gobierno de Sánchez ha obtenido una Declaración de los Veintisiete y de la Comisión de que cualquier negociación futura sobre Gibraltar tendrá que contar con el visto bueno previo de España.

Tengo una comprensión de los asuntos diplomáticos tan limitada como tú, lector, pero me atrevo a decir que es un muy buen acuerdo el obtenido por Sánchez. ¿Y saben por qué? Pues porque los euroescépticos del partido de Teresa May no han tardado ni un minuto en atacar a esta por supuestas cesiones de soberanía y Pablo Casado en acusar al presidente de “humillación histórica”. ¿Se puede tener más garantías de la bondad de la resolución que el hecho de que los nacionalistas radicales británicos por un lado y Casado por el otro estén tan cabreados? Significa que se ha llegado a un punto intermedio aceptable por las partes y por las personas de buena voluntad (o de voluntad de llegar a acuerdos, que viene a ser lo mismo).

Quienes no aceptan nada que no sea “Gibraltar español” saben que están en vía muerta por la sencilla razón de que los gibraltareños “no” quieren ser españoles y así lo han manifestado una y otra vez siempre que se les ha preguntado, de la misma manera que en Ceuta y Melilla, los lugareños (intuyo que, incluso, la mayoría de los de origen musulmán) “no” quieren ser marroquíes y así lo manifestarían si se les preguntara. Y por razones similares.

Es fácil de entender. En primer lugar, existe la falsa impresión de que los llanitos, con su simpático acento andaluz salpicado de anglicismos, son españoles o de origen español. Esto no es así. La población española abandonó el lugar tras la ocupación extranjera y se instalaron allí gentes de origen británico, genovés, maltés, hindú o judío, como se puede ver en los apellidos de sus ciudadanos (Aldorino, Picardo, Bossano, Hammond, (¿se acuerdan del romanticón Albert Hammond?), Caruana…). Para los británicos, hoy en día, el asunto es muy poco relevante, y están, o han estado, dispuestos en su mayoría a ceder la soberanía (o parte de ella) a España, pero esto ha sido rechazado una y otra vez por los ciudadanos del peñón, que ven amenazado su bienestar económico, su estatus de tierra de nadie y centro financiero fronterizo y tramposete. En 1967 se llevó a cabo la primera consulta para ver de acabar con la anomalía colonial, pero para desencanto de los españoles, el 99’6% de los votos fueron a favor de permanecer bajo soberanía británica. En 2002, por iniciativa conjunta hispano-británica, se hizo de nuevo un referéndum con la pregunta ¿Aprueba el principio de que el Reino Unido y España compartan la soberanía de Gibraltar? La participación fue de un 88% y el 99% votó “no”. Solo 183 ciudadanos lo hicieron a favor de la cosoberanía española. El resultado fue tan alto y tan claro como lo fue el del referéndum del Brexit, en el que el 95% de la población votó quedarse (remain) en la UE.

Así las cosas, creo que el acuerdo conseguido por Sánchez no solo no es una “humillación histórica” sino, más bien un éxito diplomático, conseguido, en parte, por el bien hacer de un Ministro de Exteriores al que se le escupe en el Congreso.

Por cierto, en el enclave gibraltareño hay una playa conocida como La Caleta cuyo nombre oficial es Catalan Bay. Pueden consultar el origen del nombre si tienen curiosidad. Yo lo he hecho.


Román Rubio

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