miércoles, 30 de septiembre de 2020

CON LAS BOMBAS QUE TIRAN

 

CON LAS BOMBAS QUE TIRAN


Dicen que en este país todos los aficionados al fútbol llevamos un seleccionador dentro. En cada partido, cada aficionado conoce mejor que nadie (y, por supuesto, que el seleccionador) quienes son los que deben jugar, los cambios que hay que hacer en cada momento, cuál es la táctica adecuada (si se juega con un 4-3-2-1 o con un más conservador 5-4-1) y la estrategia (si se debe jugar a presionar la salida del balón o esperar a hacerlo en medio campo). Todos lo saben menos, por supuesto, el entrenador titular que —ayudado por la maledicencia del árbitro, empeñado en ir siempre en contra nuestra— suele equivocarse cada vez que se pierde un partido. Nunca se deja el resultado al azar o al juego arrollador del contrario. O es culpa del árbitro, que es un ser malvado, o del seleccionador, que no tiene ni puñetera idea.

Con el asunto de la pandemia ocurre algo parecido. Prácticamente cada uno con los que uno habla parecen saber, no solo por qué estamos en la situación que estamos, sino cómo salir de ella y lo expresan con vehemencia y hasta con acritud. Los únicos que parecen desconocerlo cómo gestionar el problema son el seleccionador y el árbitro; es decir, las autoridades sanitarias y el gobierno.

De entre todas las posibles causas desencadenantes de la mala evolución de la pandemia se ha convenido en señalar cuatro:

El hacinamiento de la población.- A mayor densidad mayor posibilidad de contagio, lo que explica las malas cifras de Madrid y su cinturón, con una alta densidad de población en donde la gente vive muy juntita. Ocurrió en su momento con Barcelona y su área metropolitana (L’Hospitalet es el municipio de mayor densidad de Europa), lugar en el que a día de hoy la situación parece más o menos controlada.

Alta movilidad.- Es lógico pensar que los lugares de alta movilidad y trasiego de personal están más expuestos que otros a la circulación del virus. De nuevo Madrid tiene muchos billetes en la lotería.

Nivel de vida (riqueza).- Se asume que la incidencia en Puente de Vallecas, y poblaciones del sur de la capital es superior a la de Chamartín, Salamanca o Pozuelo. Las casas son más angostas, hay más hacinamiento, y carecen de jardines, terrazas y zonas amplias para vivir.

El sistema sanitario.- Parece lógico pensar que a mejor y menos masificado el sistema, mejores resultados se conseguirán en la lucha contra la pandemia.

Pues bien, una vez expuestos los elementos estructurales y sin pasar por otros más coyunturales como el número de rastreadores y otros datos que desconozco, me he permitido comparar las cifras de dos provincias españolas: Navarra, con 375 casos por 100.000 habitantes y Cádiz, con 125 casos (menos de la mitad).

 

Poblaciòn.-                 Navarra                             Cádiz

                                   654.000                              1.240.000

Cádiz dobla en población a Navarra. Además, allí solo Pamplona supera los 190.000 habitantes. La siguiente población es Tudela con 35.000 y después ya no hay ningún municipio con más de 25.000. Cádiz, por el contrario tiene dos áreas metropolitanas: la Bahía de Cadiz (Cádiz, Jerez, San Fernando…) con 650.000 h. y la Bahía de Algeciras con 240.000 h.

Movilidad.- La provincia de Cádiz recibió en agosto de este año (últimos datos disponibles según el INE) 287.517 viajeros; Navarra, 67.402 (la cuarta parte).

Nivel de vida.- Navarra, con 31.398€ por habitante, es la 3ª región más rica de España, tras Madrid y País Vasco. Cádiz está en el furgón de cola, con una renta media de 15.814€ (la mitad que Navarra).

Sanidad.- Navarra está en la cabeza sanitaria de España y si nos atenemos exclusivamente al indicador de camas hospitalarias, los navarros disponen de 332’6 camas por 100.000 habitantes y los gaditanos de 212.

En resumen: si consideramos que la provincia de Cádiz tiene el doble de población que Navarra en un territorio bastante menor, tiene la mitad de renta, multiplica por cuatro el número de visitantes y tiene un sistema sanitario más endeble, ¿me puede decir algún gurú de la pandemia cómo se explica que tenga la mitad de casos en porcentaje?

Suponiendo que gaditanos y navarros tienen hábitos sociales similares en lo que respecta al uso de mascarillas y distancias personales y descartando el pescaíto frito como antídoto del virus, ¿podemos concluir que el azar juega un papel importante en la expansión de este o son los tirabuzones que alegremente se hacen las gaditanas lo que espanta al virus y a los franceses?

 

Román Rubio

Septiembre 2020


domingo, 27 de septiembre de 2020

EL HOMBRE PRUDENTE

 

EL HOMBRE PRUDENTE


A mí me pasa. Basta con que me queje de la ineficacia o impericia de un delantero viendo un partido de fútbol para que este marque un golazo dejando a quien esto escribe con la impresión de lo guapo que habría estado calladito. En la cancha, a menudo, el jugador lo escenifica llevándose el dedo a la boca mandando callar a los descreídos como yo. El destino parece empeñado en quitarle a uno la razón. Y es que no hay razón que valga en los asuntos que no dependen de uno. Me lo dijo una vez alguien más sabio que yo: “Nunca presumas de buena salud que ya se encargarán los bichos o las mutaciones celulares de dejarte como un idiota,  ni presumas de nada que no dependa directamente de ti”.  Será por eso que siempre he encontrado ridículo aquello del orgullo de ser español, vasco o serbio, ya que —aparte, quizá, del alcalde de Bilbao— nadie elige donde nace.

En cuanto a lo que depende de uno, tampoco hay que presumir demasiado, pues uno es frágil, limitado e insignificante ante los embates de la caprichosa chiripa (o contingencia, como dirían en el pueblo aquel de Albacete). En definitiva, que hay que ser prudentes, coño.

Los políticos también. Estos, en su ciega lucha por el poder, y apremiados en muchos casos por los prejuicios etnocentristas de su tribu, han olvidado la levedad de sus personas y anhelos frente a los avatares del destino y hacen el bocazas sin descanso.

El adalid del País de la Estela aconseja no viajar al País del Madroño para preservar a los habitantes de su tribu de la sarna que campea por aquellas dehesas. Su segunda de abordo, portavoz de los de la raza elegida, había dicho que, desvinculados de los del Madroño, los Castañuelas, los Percebeiros, los Hidalgos y otros taifas menores,  las cosas irían mucho mejor para ellos, cosa que la maldita sarna se encargó en contradecir algo después convirtiéndoles a ellos en los apestados, lo que no impidió a los de la Estela solicitar a los sarnosos que fueran a veranear a su territorio y llenaran los hoteles para salvar así la temporada.

La Amazona del País del Madroño, poseída en ocasiones por delirios marianos, no tenía (y tiene) más empeño que contradecir al Gobierno de la Galaxia, y los de su secta critican a los del Gobierno  despiadadamente y se declaran continuamente en rebeldía, ora por tomar el mando sobre sus taifas (lo que consideran una intromisión inaceptable) ora por devolvérselo (lo que consideran una dejación de funciones).

Y en medio de tanta cigarra arribista, ineficaz, lenguaraz y petulante, un hombre justo. Al frente del País de la Luz…, patria de naranjas y fuegos fatuos, un hombre que no presumía de haber logrado mantener a su País con el menor número de casos de sarna del Reino. Bueno, él, en realidad, no había hecho algo muy distinto a los demás, pero al menos era consciente de que la fortuna, el azar, la suerte, el sino, el destino o quien quiera que fuese había soslayado (o amortiguado) el paso por su tierra. Toquemos madera.

Y prudente como era, el caudillo no sacó pecho, ni se hizo atribuir el mérito ni buscó medalla alguna, lo que engrandece su figura.

El hombre es tranquilo y sobre todo es prudente, y la prudencia le enaltece. Que siga así. Le expreso mi reconocimiento y le deseo lo mejor. Que siga prestando atención a los días ventosos y que no caiga en la tentación de sacar pecho ante lo incontrolable, pues el destino y el delantero siempre van a por el partido y a llevarle a uno la contraria.

 

Román Rubio

Septiembre 2020



jueves, 17 de septiembre de 2020

EL ESCOTE

 


EL ESCOTE

Si no existiera Francia habría que inventarla. Mientras en los Estados Unidos viven agitados por las revueltas raciales y convulsos con los dictados del MeToo y otras religiones de la corrección política y en Gran Bretaña viven con el estupor que ocasiona  las ocurrencias de su Primer Ministro sobre el Brexit, los franceses han venido con el último sainete —o experimento social, como prefieran—.

Las convulsiones islamistas y/o raciales aparentemente dormidas y los paisanos planchando sus chalecos amarillos quietecitos en sus casas, las mujeres se han echado a la calle. En los liceos, las alumnas (que no los alumnos) se visten de manera descocada infringiendo el código de vestimenta que firman a principio de curso y son devueltas a sus casas desde la puerta para aflicción de los padres y las de Femen okupan el museo de Orsay descamisadas y a grito pelado para protestar sobre la cosificación del cuerpo y el alma de la mujer. Todo bajo la mirada distraída, divertida y algo ausente de los varones.

La chispa saltó hace algunos días en el mismo museo parisino en el que el personal de la puerta vetó la entrada a una joven, Jeanne, que llevaba un escote que el personal del museo consideraba impropio y que infringía las reglas de la institución.

“Esto no es obsceno”, “la obscenidad está en vuestros ojos”, gritaban las de Femen a pecho descubierto pintarrajeado con consignas, sin señalar, eso sí, que la persona que había bloqueado la entrada a la joven Jeanne había sido… otra mujer, encargada, al parecer aquel día, de la observancia del código de vestimenta.

No sé a ustedes; a mí, en principio, la visión de la joven Jeanne, con su vestidito estampado no me resulta nada, pero que nada incómoda, por lo que no estoy de acuerdo con la prohibición, pero entiendo que haya un código de vestimenta a la entrada de los lugares públicos. Imagínense sino a un hombre con chanclas, bermudas de colores  y camiseta de tirantes por la que asoman los pelos por todas las ventanas y terrazas de la sudada prenda: ¿no debería ser motivo de prohibición, aunque solo fuera por preservar algunos lugares de la fealdad y la ordinariez? Ya sé que no es lo mismo: que en un caso hay motivación sexual (o sexuada) y en el otro es puramente estética, pero, ¿es acaso posible regular el asunto con unas normas?

La regla, por mi parte, está muy clara: se permite la entrada a una persona semidesnuda si da gusto verla y se prohíbe si da asco, aunque sospecho que la medida, tan clara sobre el papel, no haría más que aumentar la confusión, ya que lo que a unos da asco a otros da gusto y además sería tachada de discriminatoria y nazi.



El mismo día que el asunto del Orsay saltó en el periódico otra noticia: la Yakuza, la temida mafia japonesa, peina canas. El 51% de miembros regulares de la Yakuza tiene 51 años o más y los septuagenarios superan ya el 10%”. La noticia venía acompañada con la ilustración de un grupo de la organización mostrando sus tatuajes en el festival Sanja de Tokio.

Comprenderán ahora mi argumento: no me importa encontrarme con Jeanne en un pasillo del Orsay mirando una bucólica escena de Monet, pero a estos señores no les permitan la entrada vestidos de esa guisa, por favor.

Y cuidadín, a ver cómo redactan la norma.

 

Román Rubio

Septiembre 2020