viernes, 29 de enero de 2021

¡ILLA, ILLA, ILLA!, ¡ILLA, MARAVILLA!

 

¡ILLA, ILLA, ILLA!, ¡ILLA, MARAVILLA!


Ni contigo ni sin ti

tienen mis males remedio,

contigo porque no vivo

y sin ti, porque me muero

¿O era Villa?

Salvador Illa, ministro de Sanidad durante los difíciles tiempos de la pandemia ha dimitido de su cargo para presentarse como candidato del PSC a las elecciones catalanas.

Y ¿cómo no? se ha armado un revuelo. Algunos le echan en cara que haya abandonado el barco a mitad de tormenta, como si no hubiera otro capitán en la marina mercante.

He de confesar que yo he tenido respeto y hasta admiración por este catalán con cara de venir del tanatorio de dar el pésame, al que parecía imposible alterar ni los broncos embates de sus oponentes ni las marrullerías del “fuego amigo” y otras viborillas. El enlutado y fúnebre (que no sombrío) catalán parece no conocer otro lugar que sus propias casillas, de las que resulta imposible sacarle por mucho empeño que se ponga.

Entiendo a quienes dicen que abandona ante al peligro, pero, díganme: ¿cuántos de ellos  son los mismos que le insultaban y llamaban no solo incompetente sino culpable —con la colaboración del escudero Simón— de la muerte de docenas de miles de españoles? Y eso no, mire usted: o el ministro es un incompetente y usted debería alegrarse de su marcha o es competente en su cargo y habría entonces que lamentarse de que se vaya. Pero culparle de irse y de incompetencia no es de recibo.

A eso se refería Hegel cuando hablaba de contradicción dialéctica.

En Las Provincias leo un titular que me hace pensar en otra contradicción dialéctica, esta marxista: “La cuarta parte de los vecinos de Valencia rechazan la vacuna”… “De 1320 entrevistas el pasado diciembre, el 25.8% de los participantes rechaza la vacuna contra el coronavirus, un 10.8% se muestra a favor pero con dudas, mientras que un 5.8% no acierta a dar una respuesta”.

Y ahora, díganme: ¿Cuántos de esos “ciudadanos” que rechazan la vacuna se están rasgando las vestiduras por el hecho de que algunos alcaldes, obispos y generales se hayan aprovechado de su estatus para vacunarse? Estamos en lo de siempre: yo no como y aquí no come ni dios.

Para los tramposillos que se la han saltado la cola, la Consellera Barceló parece que les niega la segunda parte de la vacuna, lo que quizá sea justo, pero, desde luego, no parece muy inteligente, pues cuando les toque el turno (que les ha de tocar) necesitarán sus dos dosis, con lo que cada uno de ellos gastará no dos sino tres.

Entretanto, en Oregon, en la Costa Oeste de los EEUU, un equipo de sanitarios que venían de vacunar y se vieron bloqueados en la carretera por la nieve tomaron las vacunas sobrantes que llevaban en el vehículo y que caducaban en el plazo de seis horas y se pusieron a vacunar a los otros conductores atrapados que se prestaron a ello. Para que no se desperdiciara ninguna dosis.

Pero ya se sabe, son de otra pasta y la vicepresidenta Harris, en vez de esconderse, se vacunó delante de las cámaras de TV y conminó a los ciudadanos a hacerlo (supongo que respetando el turno). ¡Estos yanquis!

Ahora mismo, en contra de toda exhortación del sentido común, me voy al teatro a ver El perro del hortelano, que lo hace el grupo de teatro de mi pueblo y creo que el autor es uno de Oregon, muy prolífico y mujeriego.

Román Rubio

Enero 2021

https://www.amazon.es/SANTIAGO-VOY-Memorias-Camino-Norte/dp/B08R4952SF/ref=pd_rhf_gw_p_img_1?_encoding=UTF8&psc=1&refRID=8H71EA6ZA8K21Z5MQD5F




martes, 19 de enero de 2021

SE VA PARA BARRANQUILLA

 

SE VA PARA BARRANQUILLA


Mientras recorría el Camino de Santiago del Norte solía preguntar a los caminantes que habían hecho el Camino completo una o varias veces qué significaba el Camino para ellos. Una mujer alemana, Helga, que tenía varios caminos en su haber, que había conocido a su marido en su primera travesía y que se casó en la Catedral de Santiago con él tras hacerlo juntos por segunda vez, me dio una explicación que me satisfizo y tomé nota. Me dijo:

“Los primeros días, la primera semana o así, son jornadas de sufrimiento en los que hay que acostumbrarse a la nueva rutina de sacrificio y esfuerzo. Ampollas, dolores musculares, agujetas y cansancio. A menudo nos asalta la pregunta: ¿qué estoy haciendo aquí? Después viene otro periodo de un par de semanas (que en el caso del Camino Francés se corresponde con la amplia meseta castellana) en que la cabeza del caminante parece vaciarse de todo, como el paisaje. También el corazón, y luego vienen los diez o doce días finales en que uno mira hacia el futuro y empieza a hacer planes. Al final —concluyó Helga—, el Camino ha surtido su efecto. La regeneración se ha producido”.

Poco tiempo después, mientras me documentaba para escribir, ¡A Santiago voy! Memorias del Camino del Norte, me topé con el libro de Hape Herkeling, Bueno, me largo (Debolsillo, 2016), extraordinario éxito editorial en Alemania y fuente de inspiración para muchos germanos. En él, el autor escribe:

“Este camino es duro y maravilloso. Es un desafío, una invitación. Te destruye y te vacía. Por completo. Y te reconstruye. A fondo. Te quita todas las fuerzas y te las devuelve triplicadas…”

Cuando leí el razonamiento del autor, un showman, actor y comediante de la televisión alemana, tan popular allí como puede ser para nosotros Buenafuente, me pregunté cuánto del testimonio de Helga era de su propia cosecha y qué parte había de la opinión de Herkelin —una figura de autoridad en el mundo germano—  tras leer el libro de este.

 A veces nos pasa que, al leer un libro o un artículo, levantamos la vista del texto y nos decimos a nosotros mismos: “Esto es exactamente lo que yo pienso, pero bien explicado”, y uno lo hace suyo, a veces de manera no del todo consciente.

Es lo que nos ha pasado a muchos españoles con las píldoras de Iñaqui Gabilondo, que dice “estar empachado” y se retira de dar su alocución diaria. Para muchos ha sido durante años la voz que validaba el pensamiento propio. Ponía en palabras lo que muchos creían o intuían, haciendo bueno aquello que sostienen los filósofos del lenguaje (otra vez Wittgenstein) de que solo existe aquello que somos capaces de verbalizar, que el límite de nuestro mundo no es otro que el de nuestras palabras.

No se trata de convertir a las masas, ni siquiera de liderar. Dudo que Gabilondo convenciera de algo a la tropa de Jiménez Losantos y otras aves de corral, pero para los suyos, los de pensamiento bien o mal llamado “progresista”, ha sido la fuente de autoridad validadora de opiniones. ¿Crees o intuyes que el mundo es redondo? Pues espérate que mañana Iñaqui te lo argumentará en su arenga diaria y quedará convertido en “verdad”.

El rol de Iñaqui ha sido duro y no me extraña que haya acabado “empachado”. Hay que tener anchas espaldas para convertir en ley  la opinión de tantas personas. A diario. Todos los días. Sin permitirse equivocación alguna. Y en las raras ocasiones en que esto ha ocurrido, no le han dolido prendas reconocerlo a posteriori sin tapujos ni medias tintas, lo que hace aún más creíble sus manifiestos.

Se va Iñaqui, pero intuyo que no se irá muy lejos y seguirá opinando de manera ocasional aquí y allá alumbrando con su verbo claro y preciso el pensamiento de tantas gentes y explicando con simplicidad al faraón sus sueños de vacas y espigas, mientras otros contribuyen a la confusión con birlibirloques de fases fálicas, Edipos, Electras y otros complejos del subconsciente.

Lo dicho: se va el caimán, se va para Barranquilla. Que tampoco está tan lejos.

 

Román Rubio

Enero 2021

https://www.amazon.es/SANTIAGO-VOY-Memorias-Camino-Norte/dp/B08R4952SF/ref=pd_rhf_gw_p_img_2?_encoding=UTF8&psc=1&refRID=04GWN4RRA824PQ3Z3ZBB



jueves, 14 de enero de 2021

FILOMENA, A MI PESAR

 

FILOMENA, A MI PESAR



En el año 1988, Gonzalo Torrente Ballester ganó el Planeta con la novela Filomeno, a mi pesar, las Memorias de un señorito descolocado (según el subtítulo del libro), que narra las andanzas de un tipo gallego de origen portugués que arrastra un nombre indeseado que, según él, suena a ridículo.

Pocas veces había oído uno el nombre después de aquel premio hasta que Filomena entró en nuestras vidas y, ¡mira por dónde!, los españoles, además de recibir la nieve y el frío, nos enteramos de que ¡en Madrid había nevado! No unos copos inciertos de decorado invernal sino una nevada de padre y muy señor mío, tanto que no han tardado en pedir para la capital el estatus de zona catastrófica alegando que… bueno, que hacía mucho frío, que se andaba mal y se circulaba peor  y que… bueno, ustedes ya saben, argumentos que deben sonar algo tibios a los de Vitoria, Molina de Aragón, Calamocha o Valle de Arán.

Uno de estos días en que Filomena se presentaba en nuestra mesa en cada telediario y nos acompañaba en el coche a través de la radio en todo momento escuché en una emisora algo que me chocó: una mujer, cuya madre, abuela y hermana se llamaban Filomena, se quejaba de que la denominación atribuida de manera injusta e ignominiosa a la borrasca venía a “estigmatizar” y mancillar el buen nombre de sus buenísimas madre, hermana y abuela y que deberían de poner nombres (quienesquiera que se encarguen de tan importante cometido) neutros, incapaces de herir los sentimientos de las personas. Vamos, que sus allegadas eran  la chanza del vecindario por su nombre y no les hacía ni puñetera gracia.

Entiendo el descontento de la mujer que ve como la gente hace mofa y befa del nombre de sus familiares, pero debe entender que los nombres se otorgan por El Gran Hermano sin el conocimiento de cómo se llaman nuestros parientes y, en todo caso, sin ánimo de ofender. Y para quienes sean susceptibles, que se chinchen. Especialmente si tiene por nombre Gaetan, Hortense, Ignacio, Justine, Karim, Lola, Mathieu, Nadia, Octave, Paula, Rodrigo, Sofia, Tristan, Vivianne y Walter, que es como se bautizarán las siguientes borrascas, siguiendo escrupuloso orden alfabético, tal y como he visto proclamado por AEMET en algún lugar.

La polémica me recordó a la película francesa El nombre (Le Prénom, 2012), en la que, en el transcurso de una cena, trasciende la elección del nombre de Adolfo (Adolphe, en francés) para el bebé que se espera y desencadena una serie de tormentas en las relaciones personales en un grupo de amigos y familiares. Todo porque en Alemania había habido un tipo que se llamó Adolfo (Adolf) de tan nefasto recuerdo que la idea del nombre provoca sarpullidos en un grupo de burgueses parisinos.

Nunca ha sido el personal tan susceptible con el lenguaje. Los académicos de la lengua no se cansan de repetirlo: cuando se dice que algo es un “cáncer” para la sociedad no se quiere ofender ni denigrar a las personas que tienen o que conviven con la enfermedad, si se dice que el amor es “ciego” no se dice con el objeto de burlarse de los ciegos, y si se dice que el argumento “cojea”, tampoco se hace para ofender a los cojos. Y los que se ofenden por ello, como quien lo hace porque llamen Filomena a una borrasca, están condenados por desconfiados, pues el que es malicioso, como el ladrón, no ve sino malicia a su alrededor.

Yo, por mi parte, seguiré llamando “mercado negro” al cambalache desregulado, “locura de amor” cuando alguien es capaz de hacer cualquier tontería por obtener el favor de otra persona y Filomena a la borrasca que ha hecho que nieve en Madrid, aunque los demás casi no nos hayamos enterado.

Román Rubio

Enero 2021

https://www.amazon.es/SANTIAGO-VOY-Memorias-Camino-Norte/dp/B08R4952SF/ref=pd_rhf_gw_p_img_1?_encoding=UTF8&psc=1&refRID=HRBKMHV08JMXGZ6K3QFV




viernes, 8 de enero de 2021

QUE VIENEN LOS REYES

 

QUE VIENEN LOS REYES



No, no me refiero a Felipe VI y la Reina Noticia, como le oí decir a un locutor radiofónico hace poco en un lapsus linguae. Ni al que se fue al Oriente por adorar al becerrillo dorado de sus ahorros en vez de a un niño en un pesebre. Me refiero a los Magos, a los de Oriente y los males de cabeza que traen consigo a algunos alcaldes.

Llegaron a Valencia, y desde su alocución desde el balcón del Ayuntamiento congregaron a más gente, quizá, de la que sería aconsejable en tiempos de pandemia. Y así se lo han echado en cara al alcalde sus enemigos y rivales políticos: los mismos que unos días antes le criticaban por no poner más luces navideñas que tuvieran un efecto llamada para atraer a las masas a los comercios del centro. Ya conocen el dicho italiano: ¡Piove, porco governo! O como decía aquel “ciudadano” valenciano en un video que corrió no hace mucho en las redes sociales ante el micrófono de un periodista: “¿I per què s’inunda tant este túnel?” “Molt ‘senzillo’, perque l’alcalde es un fill de puta”.

https://www.youtube.com/watch?v=d4HFFI4WKeg

Empezaron los problemas con la representación de Baltasar, el rey negro. ¿Debía personificarlo un concejal del PP con la cara embadurnada de betún y los labios agrandados en rojo o era mejor vestir de rey al futbolista estrella de raza negra del equipo local, bien conocido por los niños de la localidad? He aquí el dilema: ético, político y práctico a la vez. La solución podía haber sido fácil: eliminemos al rey negro; hagámoslos todos blancos. Habría estado resuelto si los niños lo hubieran aceptado, pero parece difícil que estos acepten una versión sin rey negro. Los pequeños son amantes de la tradición y quizá por eso les gusta que se les cuente la misma historia una y otra vez por las noches antes de dormir. Por esa razón, la hija de siete años de Cayetana Álvarez de Toledo se puso a llorar cuando vio a los Reyes del Madrid de Manuela Carmena vestidos a lo Mago Merlín con una especie de cortinas de baño de Leroy Merlin. La niña quedó traumatizada para siempre por la visión de los impostores y la madre por cualquier cosa que hiciera la alcaldesa.

No hace mucho que Carmena confesó en una entrevista que a ella tampoco le gustaron los trajes de los Reyes y Ribó también ha confesado que quizá calcularon mal el efecto llamada de los reyes y deberían haber sido más prudentes, con lo que imagino que le servirá de excusa para desconvocar la cita anual de las Reinas Magas —Libertad, Igualdad y Fraternidad—, un revival republicano rescatado en Valencia, con más críticas que tirón popular.

Lo cierto es que la historia de los Reyes es confusa. Para empezar, de los cuatro evangelios canónicos, solo el de Mateo habla de ellos. Ni Marcos, ni Lucas ni Juan dicen nada al respecto. En cuanto a lo de reyes… Mateo escribió su Evangelio en los años 70 de nuestra era en arameo, aunque a nosotros nos ha llegado solo la versión griega. En la traducción al español (del griego clásico) se lee: “Después de nacer Jesús en Belén de Judea, unos magos llegaron de Oriente a Jerusalén preguntando: ¿dónde está el rey de los judíos que ha nacido?”, y en la Enciclopedia Británica, en su entrada de los Magos se lee: Magi, singular Magus, also called Wise Men. The noble pilgrims “from the East” who followed a miraculous guiding star… (Matthew 2:1 – 12)

Y continúa:

Eastern traditions sets the number of Magi at 12, but western traditions set their number at three, probably based on the three gifts of gold….

De modo que no está claro; ni lo de que se trate de reyes, ni de que sean tres ni de que haya un negro. Lo único cierto es que traerán cola en los años venideros. Y no hablo de la cola de la estrella.

Román Rubio

Enero 2021