jueves, 14 de enero de 2021

FILOMENA, A MI PESAR

 

FILOMENA, A MI PESAR



En el año 1988, Gonzalo Torrente Ballester ganó el Planeta con la novela Filomeno, a mi pesar, las Memorias de un señorito descolocado (según el subtítulo del libro), que narra las andanzas de un tipo gallego de origen portugués que arrastra un nombre indeseado que, según él, suena a ridículo.

Pocas veces había oído uno el nombre después de aquel premio hasta que Filomena entró en nuestras vidas y, ¡mira por dónde!, los españoles, además de recibir la nieve y el frío, nos enteramos de que ¡en Madrid había nevado! No unos copos inciertos de decorado invernal sino una nevada de padre y muy señor mío, tanto que no han tardado en pedir para la capital el estatus de zona catastrófica alegando que… bueno, que hacía mucho frío, que se andaba mal y se circulaba peor  y que… bueno, ustedes ya saben, argumentos que deben sonar algo tibios a los de Vitoria, Molina de Aragón, Calamocha o Valle de Arán.

Uno de estos días en que Filomena se presentaba en nuestra mesa en cada telediario y nos acompañaba en el coche a través de la radio en todo momento escuché en una emisora algo que me chocó: una mujer, cuya madre, abuela y hermana se llamaban Filomena, se quejaba de que la denominación atribuida de manera injusta e ignominiosa a la borrasca venía a “estigmatizar” y mancillar el buen nombre de sus buenísimas madre, hermana y abuela y que deberían de poner nombres (quienesquiera que se encarguen de tan importante cometido) neutros, incapaces de herir los sentimientos de las personas. Vamos, que sus allegadas eran  la chanza del vecindario por su nombre y no les hacía ni puñetera gracia.

Entiendo el descontento de la mujer que ve como la gente hace mofa y befa del nombre de sus familiares, pero debe entender que los nombres se otorgan por El Gran Hermano sin el conocimiento de cómo se llaman nuestros parientes y, en todo caso, sin ánimo de ofender. Y para quienes sean susceptibles, que se chinchen. Especialmente si tiene por nombre Gaetan, Hortense, Ignacio, Justine, Karim, Lola, Mathieu, Nadia, Octave, Paula, Rodrigo, Sofia, Tristan, Vivianne y Walter, que es como se bautizarán las siguientes borrascas, siguiendo escrupuloso orden alfabético, tal y como he visto proclamado por AEMET en algún lugar.

La polémica me recordó a la película francesa El nombre (Le Prénom, 2012), en la que, en el transcurso de una cena, trasciende la elección del nombre de Adolfo (Adolphe, en francés) para el bebé que se espera y desencadena una serie de tormentas en las relaciones personales en un grupo de amigos y familiares. Todo porque en Alemania había habido un tipo que se llamó Adolfo (Adolf) de tan nefasto recuerdo que la idea del nombre provoca sarpullidos en un grupo de burgueses parisinos.

Nunca ha sido el personal tan susceptible con el lenguaje. Los académicos de la lengua no se cansan de repetirlo: cuando se dice que algo es un “cáncer” para la sociedad no se quiere ofender ni denigrar a las personas que tienen o que conviven con la enfermedad, si se dice que el amor es “ciego” no se dice con el objeto de burlarse de los ciegos, y si se dice que el argumento “cojea”, tampoco se hace para ofender a los cojos. Y los que se ofenden por ello, como quien lo hace porque llamen Filomena a una borrasca, están condenados por desconfiados, pues el que es malicioso, como el ladrón, no ve sino malicia a su alrededor.

Yo, por mi parte, seguiré llamando “mercado negro” al cambalache desregulado, “locura de amor” cuando alguien es capaz de hacer cualquier tontería por obtener el favor de otra persona y Filomena a la borrasca que ha hecho que nieve en Madrid, aunque los demás casi no nos hayamos enterado.

Román Rubio

Enero 2021

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1 comentario:

  1. Una versión muy interesante del Camino De Santiago. Todo el que lo haya hecho o tenga intención de hacerlo, debería de leerlo.
    Es muy ameno.

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