FILOMENA,
A MI PESAR
En el año 1988, Gonzalo Torrente Ballester ganó el
Planeta con la novela Filomeno, a mi
pesar, las Memorias de un señorito
descolocado (según el subtítulo del libro), que narra las andanzas de un
tipo gallego de origen portugués que arrastra un nombre indeseado que, según
él, suena a ridículo.
Pocas veces había oído uno el nombre después de
aquel premio hasta que Filomena entró en nuestras vidas y, ¡mira por dónde!,
los españoles, además de recibir la nieve y el frío, nos enteramos de que ¡en
Madrid había nevado! No unos copos inciertos de decorado invernal sino una
nevada de padre y muy señor mío, tanto que no han tardado en pedir para la
capital el estatus de zona catastrófica alegando que… bueno, que hacía mucho
frío, que se andaba mal y se circulaba peor y que… bueno, ustedes ya saben, argumentos que
deben sonar algo tibios a los de Vitoria, Molina de Aragón, Calamocha o Valle
de Arán.
Uno de estos días en que Filomena se presentaba en
nuestra mesa en cada telediario y nos acompañaba en el coche a través de la
radio en todo momento escuché en una emisora algo que me chocó: una mujer,
cuya madre, abuela y hermana se llamaban Filomena, se quejaba de que la
denominación atribuida de manera injusta e ignominiosa a la borrasca venía a
“estigmatizar” y mancillar el buen nombre de sus buenísimas madre, hermana y
abuela y que deberían de poner nombres (quienesquiera que se encarguen de tan
importante cometido) neutros, incapaces de herir los sentimientos de las
personas. Vamos, que sus allegadas eran la chanza del vecindario por su nombre y no
les hacía ni puñetera gracia.
Entiendo el descontento de la mujer que ve como la
gente hace mofa y befa del nombre de sus familiares, pero debe entender que los
nombres se otorgan por El Gran Hermano sin el conocimiento de cómo se llaman nuestros parientes y, en todo caso, sin ánimo de ofender. Y para quienes sean
susceptibles, que se chinchen. Especialmente si tiene por nombre Gaetan,
Hortense, Ignacio, Justine, Karim, Lola, Mathieu, Nadia, Octave, Paula,
Rodrigo, Sofia, Tristan, Vivianne y Walter, que es como se bautizarán las
siguientes borrascas, siguiendo escrupuloso orden alfabético, tal y como he
visto proclamado por AEMET en algún lugar.
La polémica me recordó a la película francesa El nombre (Le Prénom, 2012), en la
que, en el transcurso de una cena, trasciende la elección del nombre de Adolfo
(Adolphe, en francés) para el bebé
que se espera y desencadena una serie de tormentas en las relaciones personales
en un grupo de amigos y familiares. Todo porque en Alemania había habido un
tipo que se llamó Adolfo (Adolf) de
tan nefasto recuerdo que la idea del nombre provoca sarpullidos en un grupo de
burgueses parisinos.
Nunca ha sido el personal tan susceptible con el
lenguaje. Los académicos de la lengua no se cansan de repetirlo: cuando se dice
que algo es un “cáncer” para la sociedad no se quiere ofender ni denigrar a las
personas que tienen o que conviven con la enfermedad, si se dice que el amor es
“ciego” no se dice con el objeto de burlarse de los ciegos, y si se dice que el
argumento “cojea”, tampoco se hace para ofender a los cojos. Y los que se
ofenden por ello, como quien lo hace porque llamen Filomena a una borrasca,
están condenados por desconfiados, pues el que es malicioso, como el ladrón, no
ve sino malicia a su alrededor.
Yo, por mi parte, seguiré llamando “mercado negro”
al cambalache desregulado, “locura de amor” cuando alguien es capaz de hacer
cualquier tontería por obtener el favor de otra persona y Filomena a la
borrasca que ha hecho que nieve en Madrid, aunque los demás casi no nos hayamos
enterado.
Román Rubio
Enero 2021
Una versión muy interesante del Camino De Santiago. Todo el que lo haya hecho o tenga intención de hacerlo, debería de leerlo.
ResponderEliminarEs muy ameno.