SUCCESSION
No sé a ustedes, pero a mí, la serie Succession me ha cansado hasta el tedio.
La primera temporada la vi con admiración y las dos siguientes con agrado. En
la cuarta, algo dentro de mí ha dicho ¡basta!, de modo que para ver un capítulo
completo tengo que hacerlo en, al menos, tres intentos.
Como saben, las tribulaciones de la saga de Logan Roy
están inspiradas en la familia de Rupert Murdoch, el magnate australiano de los
medios de comunicación, empleador del conocido internacionalmente como Ánsar, y
dueño, entre otros, de los diarios británicos The Times y The Sun, del
norteamericano Wall Street Journal y de las plataformas de comunicación Sky y Fox,
la joya de la corona; por cierto, que si quieren conocer la historia de la
familia, pueden ver en Filmin el estupendo documental La dinastía Murdoch.
Estos últimos días, Rupert Murdoch, de 92 años, ha
sido noticia por varias razones: la primera por haber roto su compromiso matrimonial con Ann Leslie Smith,
de 66 años, excapellán (¿o será capellana?) evangélica de la policía de San
Francisco y exmodelo, en el que iba a ser su quinto matrimonio, tras haber
cancelado el anterior con Jerry Hall, también de 66, también exmodelo, exesposa
de Mick Jagger y protagonista de más de 40 portadas de revistas como
Cosmopolitan o Vogue, por medio de un email de once palabras que decía: “Jerry, sadly I’ve decided to call an end
to our marriage (Jerry, he decidido poner final a nuestro matrimonio)”. En
cuanto a su enlace anterior, con Wendy Deng (el tercero), fue roto por el viejo
Rupert en 2003 al haberse enterado este del gran amor y admiración que la joven
esposa profesaba por Tony Blair, amigo de la familia. Ni qué decir tiene que
todas sus mujeres eran varios decenios más jóvenes que él.
El otro protagonismo del australiano ha sido de
distinta índole: La cadena Fox, de su propiedad, ha tenido que pagar 787
millones de dólares a la empresa Dominion para evitar un juicio por difamación.
Para quienes no estén familiarizados con el caso, les pondré en antecedentes.
Todo el mundo recordará las acusaciones de fraude electoral producidas en las
elecciones presidenciales de 2020, en las que Trump perdió la presidencia;
acusaciones que dieron lugar a gran revuelo y disturbios que llegaron a
conducir a la toma del Congreso por David Crockett y otros héroes del bosque.
El altavoz de tan graves y falsas imputaciones ha sido, ¿cómo no?, la cadena
Fox, que aún a sabiendas de que se trataba de un bulo continuó denunciando el
fraude con insistencia, saña y mala fe (¿quizá con el asesoramiento del
especialista de las “montañas y desiertos no tan lejanos”?).
Mientras los bustos parlantes de la cadena se
limitaban a desacreditar a las instituciones democráticas, al FBI, al Tribunal
Constitucional, al Gobierno federal y del Estado y otras menudencias no pasó
nada: ya se sabe que estas instituciones (allí y aquí) son el monigote ese de
las marionetas que recibe resignado los palos del señor Guignol y sus
compinches para jolgorio y regocijo del público, pero se les ocurrió la
insensata idea de incluir en sus críticas de fraude a Dominion, la empresa
suministradora de las máquinas de recuento de votos, y eso sí que no: “Con la
iglesia hemos topado, Sancho”. ¿A quién en su sano juicio se le ocurre acusar
de fraude de manera falsaria a una gran corporación privada en los EEUU sin
tener todos los ases y yendo de mano? La empresa, con toda su artillería legal,
se lanzó al cuello de los monigotes de Fox, acusando a la cadena de “actual malice” (mala fe manifiesta) y
exigiendo el pago de 1.660 millones de dólares, por lo que el millonario se ha
avenido a pagar los 787 millones que pedía la parte contraria y evitar así un
juicio que intuía perdido.
Entretanto, las trampas, las villanías y el sainete,
en este país, tomaban otros derroteros: El presidente del Barça se vio en la
delicada posición de tener que explicar que su club se había comportado de
manera corrupta —lo que era un insulto al deporte— o eran tontos —lo que era
una afrenta ante sus socios— por el hecho de haber pagado la friolera de 7.3
millones de euros al vicepresidente de los árbitros (a Madrit, para
entendernos) por unos informes que caben en dos folios por una cara (con
ilustraciones).
El Madrid, por su parte, en vez de permanecer quieto
y calladito frotándose las manos ante el bonito espectáculo, decidió personarse
como parte perjudicada, lo que fue un salvavidas para el catalán, propiciando
un salvador cruce de acusaciones sobre quién fue el equipo del Régimen, lo que
dio lugar al impagable espectáculo de ver al Madrid acusando a otro equipo de
serlo, superando así al capitán Renault cuando ordenó cerrar el café de Rick “porque se jugaba” mientras
recogía el dinero de las ganancias en la ruleta.
Dicen que esto puede ocasionar el descenso del
Barça. Yo no termino de creérmelo, pero la verdad es que me encantaría. De ese
modo podríamos ver la temporada que viene una interesante segunda división con
el Elche, el Valencia, el Levante, el Espanyol y el Barça luchando por el
ascenso. Casi, casi una Lliga dels Països
Catalans.
Román Rubio
Abril 2023
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