AÑO
NUEVO
Sospecho que el año 2020 va a ser de aúpa.
¿Que por qué? Pues porque en mi opinión el 2019 ha
sido un año más bien soso, sin hitos reseñables, o así lo ve un servidor, que
ya ha visto pasar unos cuantos.
Vale, es cierto: siempre hay alguna guerra por algún
lado del mundo, pero ni ha habido ninguna nueva ni las que hay han empeorado,
que ya es decir.
Ha habido muertos, porque tiene que haberlos —de
otro modo no cabríamos todos en el mundo— pero no ha muerto ningún Michael
Jackson ni David Bowie, tan solo un Camilo Sesto, que está bien (no que se haya
muerto, sino como cantante), pero tampoco era nada del otro mundo. Ni siquiera
en el mundo de las letras ha habido pérdidas colosales: quizá la de Sánchez
Ferlosio, porque a Punset, por entrañable que fuera el personaje, no lo veo
ganando el Cervantes. Ni a Chicho Ibáñez Serrador ganando el Oscar, ya que nos
ponemos. En el campo de la política sí que han caído dos grandes: Chirac y
Rubalcaba, pero el primero tenía ya 87 años, y díganme qué año no cae un par
tipos como Thatcher Mitterrand o Kohl. Se quemó Notre Dame, es verdad, pero tampoco
han ocurrido grandes desastres como terremotos, erupciones volcánicas
reseñables, tsunamis o grandes atentados: un par de tiroteos en EEUU (¿qué año
no los ha habido?) con un número de bajas inferior al de otras ocasiones.
Los franceses han salido a la calle, pero, ¿cuándo
no lo han hecho? ¿O es que recuerdan algún año en que los controladores no
hayan cerrado el espacio aéreo, los ferroviarios los trenes o los camioneros
las carreteras, cuando no todos a la vez? Ahora están en la calle por lo de las
pensiones pero es que hasta los chalecos amarillos parecían haberse calmado. Y,
afortunadamente, no han tenido atentados terroristas reseñables, como había
ocurrido otros años.
No ha muerto ningún Papa (ni envenenado ni de muerte
natural) ni han disparado a ningún presidente de los EEUU, lo que para algunos
es una mala noticia. Tampoco ha sido asesinado ningún líder de movimientos sociales.
Gran Bretaña dice que se va cuando, en realidad, nunca ha estado dentro. Aún así, han
dejado pasar el año. Y la mitad de los catalanes también siguen queriendo irse,
lo cual tampoco es novedad. Hasta el
procés parece haberse estancado.
Vale, dirán ustedes: Greta Thunberg ha cruzado en barco
velero no una, sino dos veces el Atlántico, pero Joshua Slocum lo había hecho
ya en 1898 manejando el barco él mismo, en solitario y sin placas solares, ni
internet ni radio siquiera.
Por no aparecer, no ha aparecido nada reseñable en
el capítulo de las “fake news”, solo
alguna mentirijilla, que no llega a ser ni trola, y no como en los buenos
tiempos (por cierto, que les recuerdo
que es una expresión que siempre debe usarse en plural, como “hacer gárgaras” y que la “fake new”, como he oído por ahí a más
de uno, no existe, como no existe “hacer
una gárgara”).
No ha habido en el año ninguna película (quitando
quizá la de Tarantino) ni ningún libro que haya sido excepcional y todo parece
algo más anodino de lo habitual, lo que no quiere decir peor. Ni siquiera
Rosalía es un fenómeno nacido en el año. Ya venía del 2018, lo que pasa es que
no se acuerdan.
Ni las palabras del año parecen tener gran interés.
¿Saben cuál es la palabra propuesta por Fundéu? Emoji. Como lo oyen; elegida
entre otras candidatas como DANA, influente, seriéfilo o exhumación y tan alejada
de la sonora aporofobia de hace dos años, selfie o la menos agraciada de
microplástico del año pasado.
Que el próximo sea tan anodino como este. O más.
Román Rubio
Diciembre 2019