FAKE NEWS
A principios del siglo IX, Pelaio, un pastor cenobita de la remota región gaélica, vio, o creyó
ver, unas luces nocturnas, que bien podían haber sido fuegos fatuos, que
señalaban cierto promontorio en el lugar en el que hoy se encuentra Compostela
(campo de estrellas) y así se lo hizo saber a Teodomiro, obispo de Iria Flavia
(hoy Padrón).
Este, espoleada su imaginación
por lo que podía ser un milagro en un mundo y una época tan proclives al
tráfico y la tenencia de reliquias, hizo excavar el túmulo del cerro y halló un
arca de mármol con tres esqueletos; uno de ellos, al parecer, decapitado, con
la calavera yaciente junto a uno de los brazos. El obispo determinó con tan
concluyente evidencia que se trataba de los restos del Apóstol Santiago el
Mayor, hijo de Zebedeo y Salomé, y de sus dos jóvenes discípulos, Atanasio y
Teodoro. ¿Qué otro significado podría tener sino unas luces nocturnas por allí,
por la contornada? El hecho de que el apóstol Santiago hubiera muerto
decapitado y unas luminarias avistadas por un paisano del lugar parecían ser
indicios suficientes.
Había que pasar por alto, eso sí,
que la decapitación había tenido lugar en la lejana Jerusalén siete siglos
antes por orden de Herodes Agripa I. El devoto hombre de iglesia dio por buena
la leyenda de que el apóstol, después de cristianizar Hispania, había vuelto a
Jerusalén a acompañar a la Virgen María en el momento de su muerte y, tras ser
aprehendido y decapitado por la autoridad, había sido trasladado en una barca
“de piedra” al territorio cristianizado por él en compañía de dos discípulos
para su inhumación.
Ni la sospechosa barca de piedra
ni el hecho de que el lugar fuera una necrópolis céltico-romana y sueva en el
pasado lograron quebrantar la inamovible fe del obispo, cegado por la devoción
y ¿por qué no decirlo? por su interés y ganas de protagonismo. Convencido de la
auténtica santidad de los restos mandó noticia a Oviedo, desde donde el rey de
los astures, Alfonso II el Casto (789-842) —a cuyo reino pertenecía tan
significado paraje— organizó una expedición al lugar para comprobar in situ la veracidad de tan importante
hallazgo.
Los indicios eran vagos y las
incomodidades muchas, pero el rey y su séquito se pusieron en marcha y,
atravesando lo que hoy conocemos como el puerto del Palo, llegaron a Galicia
por A Fonsagrada, para ir a buscar el enclave de Lugo, y de allí, seguir la
calzada romana hasta Iria Flavia. Acababa de inaugurar el rey Alfonso, sin
siquiera hacerse a la idea de la repercusión que habría de tener en siglos
venideros, nada más y nada menos que el Camino de Santiago en su variante
conocida hoy como Camino Primitivo.
Allí, en el lugar de tan singular
hallazgo, el rey certificó en el mes de septiembre del año 829 la veracidad de
la versión episcopal, declaró los restos como los del amigo de Jesucristo y
dictó un mandato por el cual «damos y concedemos a este bienaventurado apóstol
Santiago y a ti, nuestro Padre Teodomiro Obispo, tres millas de tierra al
derredor del sepulcro de Santiago Apóstol…» De este modo posibilitó el monarca
astur la construcción de la primera ermita sobre la tumba del apóstol Santiago,
que con los siglos habría de convertirse en la catedral que es hoy, al tiempo
que otorgaba “de facto” a las propiedades de la iglesia un privilegiado
tratamiento del Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), mucho antes de que este
fuera instaurado.
En 2018, 1.187 años después del
memorable evento, 327.378 caminantes de todos los rincones del mundo se
acreditaron en la Catedral de Santiago como peregrinos. Para que luego hablen
de fake news y los peligros de la
propagación de noticias falsas en las redes sociales.
¡Ah! Y aunque le llamen Matamoros,
el pobre Santiago nunca mató a ningún moro (o musulmán). Aunque hubiese querido
hacerlo, no tuvo oportunidad. Vivió unos seiscientos años antes del nacimiento
de Mahoma, y, por tanto, de cualquier traza del Islam.
Y no. A pesar de ser el patrono
del arma de caballería, no consta en texto alguno que fuera capaz, siquiera, de
montar a caballo.
Para que vean lo que la reputación
puede hacer de algunos, incluso antes, mucho antes de Twitter y Facebook.
Román Rubio
Junio 2019