RIVALIDADES
LITERARIAS
Quevedo Góngora
Madrid
o Barça, Di Estéfano o Kubala, Daoiz y Velarde, cañas y barro, Tradicionalistas o Liberales, Frascuelo o
Lagartijo, azucarillos y aguardiente, Joselito o Belmonte, Rojos o Nacionales,
Serrat o Massiel… conceptismo y culteranismo, Quevedo o Góngora.
Los
dos maestros de las letras españolas protagonizaron la más sonada de las
rivalidades entre escritores, utilizando las puyas más crueles y despiadadas.
Quevedo –(Madrid 1580-1645)- representa, junto con Gracián, el conceptismo
barroco, caracterizado por la condensación del pensamiento jugando con la
polisemia de las palabras, en difíciles equilibrios, dando lugar al doble,
tripe sentido. A pesar de su fama de hombre chocarrero y procaz (merecida, por
otra parte), es un moralista de hondura.
Góngora
–(Cordoba 1561-1627)-, culteranista, poeta más que prosista, prestaba gran
atención a la sonoridad del verso utilizando innumerables metáforas y recursos
clasicistas haciendo uso del hipérbaton, perífrasis, giros latinos, elusiones y
alusiones que enmarañan el significado, de modo que resulta laborioso el
descifrado del mismo.
Azuzada
por la rivalidad literaria (Quevedo en
el fondo envidiaba a quién, cuando empezó a publicar, era ya un poeta
consagrado), la batalla se extendió a cuestiones personales. El madrileño
atacaba al cordobés acusándole de homosexual y de algo que constituía anatema
en la época: de judío (de ahí la mofa por la nariz). Góngora, por su parte, le atacaba por
borrachín y se burlaba de su cojera. Ambos denostaban las cualidades literarias
del otro. Es muy conocido el soneto que Quevedo le dedicó a su rival (a su nariz,
más bien), que representa sus rasgos judíos:
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado. (…)
Reproduciré
aquí sólo el último terceto del oscuro soneto titulado “A don Francisco de
Quevedo” en el que Góngora hace alusión
a la cojera de su rival
(…) que en
oro engasta, santa insignia, aloque,
a San Trago camina, donde llega:
que tanto anda el cojo como el sano.
Quevedo,
desatado y mordaz le dedica lo de:
Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino;
apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin cristus la cartilla;
chocarrero de Córdoba y Sevilla,
y en la Corte bufón a lo divino.
¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?
No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega,
por tener de sayón la rebeldía.
Son varios los sonetos que se dedican el uno al otro con
este grado de cortesía y respeto. Sólo añadiré esta fina y elegante cuarteta de
un hombre extraordinariamente dotado para la poesía como fue Góngora:
“Hoy hacen amistad nueva
más por Baco que por Febo
don Francisco de Que-Bebo
don Félix Lope de Beba
¡Y de paso, junto con
Quevedo, me llevo también a Lope!
Al lado del episodio de los barrocos españoles, las
rivalidades y puyas entre escritores, aunque existentes, quedan empequeñecidas.
Unos ejemplos: Umberto Eco vs. Tabucchi.
Umberto Eco Antonio Tabucchi
Eco escribió en L’Expresso un artículo criticando la
postura de Tabucchi. Para Eco, la función del intelectual no era la de criticar
y expresar su punto de vista ante cada decisión de los políticos, tal y como
había requerido Tabucchi, a propósito de cierta actitud del alcalde de Milán
que afectaba el estatus de ciertos inmigrantes albaneses. Eco escribió que
culpar al intelectual que no se pronunciaba”… hubiera sido
como reprochar a Platón el que no hubiera propuesto un remedio para la
gastritis”.
Tabucchi le contestó de una manera genial: publicó el panfleto “La
Gastritis de Platón” donde, en términos generales, dice que el intelectual debe
interferir en asuntos políticos sin importar si logra un cambio o no. Lo
expresa de manera rotunda: “la tarea del
intelectual y del artista es precisamente la de reprochar a Platón el que no
inventara el remedio para la gastritis”
En este mismo terreno de la función social del intelectual mantuvieron
sus diferencias públicas Camus, Nobel en 1957
y Sartre, que rechazó el Nobel en 1964. Sartre, de orientación marxista
apoyaba la intervención de los intelectuales para lograr un cambio social hasta
el punto de transigir con el modelo estalinista del que opinaba que “aún con falta de
libertades, terrorismo de estado y ausencia de garantías constitucionales, el
proyecto es moralmente superior la capitalismo”. Camus, en cambio, se
pronunciaba por no ser “ni
víctima ni verdugo”.
André Gide Paul Claudel
Una rivalidad muy sonada fue la de los escritores franceses André Gide
(1896-1951) y Paul Claudel (1868-1955).
Gide escribió novelas que desafiaban la moral cristiana y mostraba la
sexualidad sin pudor alguno. Claudel era recatado, pudoroso y profundamente
católico. Ambos mantuvieron una larga y fecunda correspondencia. Gide le
llamaba en sus artículos santurrón y fariseo
y éste depravado sexual y gusano inmundo. La relación se rompe cuando en
Les Caves du Vatican, Gide describe la perversa atracción que siente por
un candoroso muchacho, lo que provoca la indignación de Claudel, que corta en
seco la relación. André Gide recibiría el Nobel en 1947. Se cuenta que, a las
pocas horas de morir Gide, Claudel recibió un telegrama firmado por el muerto
que decía: El infierno no existe, Puedes
hacer locuras.
Bernard Shaw Chesterton
Faulkner y Heminway también mostraron sus diferencias en público, pero
por su comicidad, prefiero el intercambio entre Bernard Shaw (otra vez él) y
Chesterton. No podían verse ni en
pintura. Pero una vez se encontraron y éste, rechoncho y achaparrado, al
contemplar la osamenta larga y lánguida de Shaw, le dijo en tono corrosivo: “¡Quien lo vea a usted pensará que en la
Gran Bretaña se pasa hambre!”, a lo que el ágil autor de Pygmalion
respondió, señalando la panza de su contrincante: “¡Sí, pero también sabrán a quién echarle la culpa!”.
Otras notables
alusiones entre escritores son:
-No te das cuenta,
Dwight, de que no tienes nada que decir, sólo que añadir” (Gore Vidal contra
Dwight MacDonald”).
-“Tenía una mente tan perfecta que ninguna idea podía
profanarla” (T.S. Eliot contra Henry James).
-“Goethe es el genio más
grande que ha existido en un siglo, y el imbécil más grande que ha existido en
tres” (Carlyle contra Goethe).
- Aprecio mucho a Freud
como autor cómico” (Nabokov contra Freud).
- Cada vez que leo Orgullo y prejuicio me entran ganas
de desenterrarla y golpearle en el cráneo con su propia tibia” (Mark Twain
contra Jane Austen).
- Su estilo es despeciable, pero eso no es lo peor de
él” (Coleridge contra Gibbon)
- “Italia no tiene
escritores sino escribanos, como el imbécil del tal Petigrelli, el tonto
furibundo de Marinetti y el tonto estético de D’Annunzio, con su cortejo de
frases con miriñaques y crinolinas” (Vicente Huidobro contra los escritores
italianos).
-“Me
enviaron esa mierda de De aquí a la eternidad. Y con lo
mierda que es, me extraña que el hombre que la escribió tenga esa
extraordinaria pinta de estreñido” (Truman Capote contra James Jones).
Román Rubio
Febrero 2015