¡LA PATRIA O
LA VIDA!
Hace no mucho,
en una comida de amigos salió, como tantas otras veces, el tema del patriotismo
(o de la ausencia del mismo) de los españoles. Un amigo, hombre viajado e ingeniero
de formación, se quejaba de las diferencias centrífugas y tibieza centrípeta entre
españoles, en comparación con la solidez
de sentimientos patrios del pueblo norteamericano, siempre presto a exhibir las
barras y las estrellas en el jardín y llevarse la mano al pecho y poner cara de
cordero degollado, mirando a La Meca (digo, a la Osa Mayor) mientras suena el himno, agraviándose lo suyo ante el pasotismo
de algún Zapatero. Hasta ahí, nada de particular. A unos les gusta mucho la patria,
la bandera, el himno y otros nos deja
más bien fríos y nos parecen patéticos los ciudadanos de mano en corazón y ojos
humedecidos por el himno y la bandera.
El siguiente
razonamiento ya lo vi más discutible: “así les va a ellos (a los americanos) y
así nos va a nosotros” –añadió mi amigo-, atribuyendo al patriotismo el papel
de causa y al bienestar el de efecto. Alto ahí: que los americanos son más
patriotas que los españoles no lo vamos a discutir; lo acepto. Que les vaya
mejor que a nosotros también; ¡bueno, ya sé! tienen una escuálida Seguridad
Social que deja sin cobertura médica adecuada a decenas de millones de
personas, muchos trabajadores de los
servicios tienen que vivir de las propinas y ostentan el mayor número de presos
del mundo, pero también es cierto que son bastante más ricos que nosotros,
tienen muchísimo menos paro y muchísimas más oportunidades. Enhorabuena.
Ahora bien,
¿es el patriotismo la causa del bienestar? Que me expliquen entonces por qué no
funciona en Corea del Norte en dónde parecen ser tan patriotas que tienen que cerrar
las fronteras para no contagiarse. Dónde sí que parece que funcionó el
patriotismo fue en la Alemania nazi, en dónde el hecho de ser alemán era la
garantía de ser un ser superior. Lástima que el sueño acabara con la
destrucción de Alemania y la muerte de millones de polacos, judíos, rusos y… alemanes. Y no sería
por banderitas y cánticos, la verdad.
Y ya que
estamos con el tema patriótico, hablemos de dos patriotas, amantes de la
bandera, el himno y España en el corazón. Ambos han querido limpiar España de canalla, como Alonso Quijano y ambos han dado
con sus huesos en la trena, como el de
La Mancha. El primero, Luis Pineda, presidente de Ausbanc fue, en los años
ochenta, dirigente de la banda ultraderechista Frente de la Juventud, después
fundó Ausbanc para defender a los españoles de los codiciosos, los gigantes, los
canallas y la injusticia; en una palabra: de los bancos y las compañías
telefónicas. Y obtuvo grandes resultados: que los cajeros informen de la
comisión a aplicar, que las compañías telefónicas no redondeen al minuto, que
haya un registro de seguros de vida para que los familiares de un difunto
puedan saber si hay uno contratado, la anulación de las clausulas suelo… y
exhausto de hacer tanto por España, decidió hacer algo también por sí mismo,
como pedir comisiones a los bancos por hablar bien de ellos en sus
publicaciones o sacar pasta por retirar denuncias en los juzgados. Patriota sí,
pero no tonto.
El otro guerrero
de la Patria es el abogado Miguel Bernad, secretario general del ¡sindicato!
Manos Limpias. Discípulo de Blas Piñar, al letrado defensor de los intereses del pueblo se le
abrió una investigación por haberse apropiado, junto a la abogada del mismo
sindicato Virginia López Negrete de fondos recolectados entre los afectados por la estafa de Fórum y Afinsa. Con una manera de actuar parecida a
la de su correligionario, ofrecía retirar acusaciones a cambio de pasta. Otro
patriota espabilado.
Ambos están en
prisión, lo que ha provocado algún que otro mal de cabeza a las Autoridades de
Prisiones, puesto que, en principio fueron encerrados en Soto del Real, prisión
que parece el Hall of Fame de la
hoguera de las vanidades nacionales y de donde hubieron de ser trasladados a
otras prisiones ya que allí se encontraban otros ilustres patriotas como Mario
Conde o Díaz Ferrán: el primero castigado por La Casta (digo por el establishment, digo, por El Sistema) y el segundo por, entre otras
cosas, comprarse dos (no uno, sino dos) apartamentos junto a Central Park, en
Manhattan, mientras saqueaba Marsans; los dos habiendo sido acusados por
Ausbanc y/o Manos Limpias. Un lío que provocó palabras encendidas en el patio y
que podía haber acabado en algo así como lo de los Heredia y los Bustamante.
Bárcenas,
Blesa por momentos, Fabra, Francisco Correa, son, o han sido otros ilustres
moradores de tan prestigiosa posada creando un entramado complejo entre
acusados y acusadores que hace difícil el acoplamiento. A Francisco Granados se
le reservó plaza, por méritos propios, al establecimiento de Estremera, ya que
la había inaugurado él mismo…
¡Qué gran
sitio para Don Quijote, Soto del Real! ¡Si hubiese caído por allí, con la de
malandrines patriotas!
Román Rubio
Abril 2016