sábado, 28 de noviembre de 2015

A TALE OF TWO CITIES

A TALE OF TWO CITIES


 ¿A quién quieres más, a papá o a mamá? El niño se queda desconcertado ante tan impertinente cuestión y contesta: “al papá a la hora del baño porque juega conmigo y con el patito, a mamá cuando estoy malo y a la abuela a la hora de merendar porque me da chocolate”.

¿Qué ciudad te gusta más, París o Londres?, ¿Roma o Milán?, ¿Madrid o Barcelona?  Hace años viví en París por un período de nueve meses en los que, siendo mis ocupaciones laborales bastante ligeras, me dediqué mayormente a patear la ciudad. Después he vuelto un puñado de veces. No he vivido en Londres. Sí lo hice (también hace tiempo) en otro lugar de Inglaterra, con lo que mis visitas a la capital eran frecuentes y desde entonces la he visitado con cierta regularidad. Por ese motivo he tenido que contestar muchas veces la pregunta ¿qué te gusta más: Londres o París? O (todavía más difícil ¿cuál es mejor, más interesante, más bonita…?) Poned vosotros el término de comparación. Pues bien, si de comparar se trata, vamos a hacerlo.

En primer lugar el tamaño y la población; y ahí tenemos la primera disonancia: según datos oficiales París tiene  2.235.000 habitantes distribuidos en 20 distritos (arrondissements) perfectamente delimitados, en tanto que Londres tiene 8.173.000 distribuidos en… bueno, esto es difícil de determinar. 


Para empezar contiene no una ciudad sino dos: Westminster y la City of London y un sinfín de pueblos, aldeas, villas, barrios, bosques, comarcas, parroquias y lugares que se han ido integrando en una extensísima área, con nombres tan evocadores como Camden Town, Swiss Cottage, Seven Dials, Chalk Farm… Muchos de sus barrios más conocidos como Bloomsbury, West End o Whitechapel no tienen una existencia oficial ni responden a unos límites determinados. Simplemente, están.


Para comparar las ciudades, por tanto, deberíamos considerar también los suburbios parisinos, al resto de la región de Ille de France que incluye los departamentos de Hautes de Seine, Seine Saint Denis y Val de Marne. Todos juntos, es decir, París y sus banlieues, suman unos nueve millones de habitantes, lo que empieza a dar contenido a  la comparación.

Administrativamente, Londres es una agrupación de 32 consejos de barrio (borough councils) gobernados por la Greater London Authority formada por  los 25 miembros electos de la Asamblea de Londres y su alcalde, Boris Johnson.  Esta institución, en coordinación con las setenta y tres circunscripciones electorales al Parlamento de Westminster que cubren el área metropolitana, constituye el gobierno local. Sobre esta amalgama aparentemente ingobernable se alza la figura del alcalde,  un personalísimo conservador (ex alumno de Eton y Oxford) que no lo parece, descendiente por vía ilegítima del mismo rey Geoge II, brillante, algo payaso, ingenioso y simpático en su discurso, amante de ir en bici para desesperación de sus guardaespaldas y con un peinado casi tan  imposible como el de Donald Trump, es (según su biógrafa Sonia Purnell) “… la antítesis del títere repeinado. Parece una cesta de la ropa sucia con sobrepeso y tiene el hábito de olvidarse de la ducha”. The Lord Mayor nació en Nueva York, tenía una abuela materna medio inglesa medio suiza y un abuelo, Ali Kemar Bey,  turco por los dos costados. Su otra abuela, Irène Johnson, era medio inglesa medio francesa, nieta ilegítima del Príncipe Paul de Würtemberg y por tanto, descendiente del mismísimo Jorge II de Inglaterra, lo que le emparenta de manera lejana a las familias reales europeas y primo octavo del Primer Ministro Cameron. Por vía materna, su madre Charlotte era nieta de un judío ruso lo que ha hecho que Boris se defina a su mismo como el hombre melting pot aludiendo a sus ancestros musulmanes, judíos y cristianos.



 Anne Hidalgo es la Alcaldesa de París, y si es cierto que tiene unos orígenes menos pintorescos que el londinense, yo no me atrevería a decir que sean menos interesantes. Es hija de españoles y como su homólogo londinense, no es nacida en París sino en San Fernando (Cádiz), ¡ahí es ná! Sus abuelos, exiliados en Francia tras la guerra de España, volvieron a la acogedora y compasiva Patria, en dónde el abuelo, socialista, fue condenado a muerte, siéndole conmutada la pena por cadena perpetua. Sus padres, electricista él y modista ella, volvieron a ir a Francia (lo que no es de extrañar), esta vez como inmigrantes económicos con sus dos hijas: Ana y María, teniendo Ana (después Anne) dos años de edad. Tras acabar sus estudios en Lyon y en Paris-Nanterre se convirtió en Inspectora de Trabajo por oposición con el número cinco de su promoción. Después, vendría su carrera política que habría de llevarla, no al exilio y la cárcel –como a su abuelo- sino a la alcaldía de París. Una historia de éxito de una socialista  competente, proveniente de un entorno social inmigrante y modesto. No es de extrañar que se vea identificada con una República Francesa, generosa con las personas de valía y garante de una implacable igualdad de oportunidades.  No se conoce a nadie que la haya oído cantar la castiza copla de “con las bombas que tiran los fanfarrones, se hacen las gaditanas tirabuzones”.

Dicen que los perros acaban pareciéndose a sus amos, ¿o es los amos a sus perros? Lo cierto es que las dos ciudades se parecen a sus alcaldes, o estos a sus ciudades.

París es, a mi parecer, la ciudad “objetivamente” (si es que esto es posible) más bella del mundo. Es equilibrada, racional, completa, bella en todos sus rincones, con la extraña condición de saber armonizar la innegable grandeur (Louvre, Campos Elíseos, Invalides, Torre Eiffel, Campo de Marte y Escuela Militar…), de grandes espacios simétricos, diseñados para ser armónicos a la vez que espectaculares con la habitable y compacta ciudad de los estupendos bulevares y las calles adyacentes, con su mercado semanal de comestibles en cada barrio, su boulangerie, su petit bristot en la esquina y su entrañable bon jour monsieur, bon jour madame.  Es cierto que dentro de esta Arcadia feliz hay una pequeña nota disonante: los parisinos, que tienen fama de ser los ciudadanos más antipáticos del mundo, cosa que no estoy dispuesto a afirmar pero tampoco a desmentir. Los he conocido agradables y hasta cariñosos, eso sí, fuera de París.

Si entras a Londres desde Gatwick a Victoria (por elegir una entrada) te topas con un escenario anárquico, feo, de interminables suburbios formados por miles de casas unifamiliares exponiendo su vida doméstica de ropa tendida y juguetes olvidados en los minúsculos jardines traseros. Playas de vías oxidadas, depósitos arcaicos de agua, trabajos de reparación de vías, alguna que otra fábrica enorme, obsoleta, pegada a alguna nueva edificación de vidrio y acero entre solares de negocios de desguace y repuestos del automóvil. Tras atravesar una corriente de agua marrón llamada Támesis y vislumbrar en la media distancia algún rascacielos y cúpula, te das cuenta de que estás en el centro de la metrópoli más grande de Europa y una de las más importantes del mundo: Londres.
A partir de ahí, la ciudad, que comparte con Nueva York el estatus de centro financiero mundial, se ofrece con su frenético ir y venir de millones de personas de todas las razas y condición imaginables en la que es, sin duda, la ciudad más cosmopolita y multinacional. Más de un tercio de los londinenses actuales son nacidos en el extranjero, acogiendo a gente de unas 170 nacionalidades  que hablan  trescientas lenguas distintas. Sólo la popular cadena de sándwiches Pret a Manger emplea a gente de 105 nacionalidades diferentes, lo que da idea del componente humano de este  gigante en el que los museos son gratuitos, la oferta musical y teatral es imbatible y ofrece al ciudadano una extensión de 2.000 hectáreas de parques, con lo que, en lugares como el este de la ciudad,  puedes encadenar, cual ardilla, Hampton’s Court, Richmond Park, Wimbledon Common y Kew Gardens haciéndote dudar de si estás en una metrópoli o en un bosque con casitas victorianas.

Y para acabar, unos datos comparativos. Ambas ciudades son caras. La comida, en las tiendas y supermercados es algo más barata en Londres. El precio de un billete sencillo de metro  en la ciudad del Támesis cuesta la friolera de 3.54 € por 1.80 € que cuesta junto al Sena. El abono mensual del metro de Londres vale 184 € por 70€ el de París, lo que supone un 163% de diferencia. El precio medio del alquiler de un apartamento de una habitación en el centro de la capital británica es de 2.360 €. En París, puedes conseguirlo por 1.098,  lo que lo hace un 114% más barato, aunque, eso sí, con mucha más burocracia. El salario medio disponible (después de impuestos) también es superior en Londres, 2.812 € por 2.308 € en París, lo que me lleva a pensar que un trabajador medio londinense debe pagar el 84% de su salario para tener una casa donde vivir, mientras que el mismo trabajador parisino se las arregla con un 47.5%, que ya es una pasta.
Los museos que pertenecen al Patrimonio Nacional (British, National Gallery, Natural History, Victoria & Albert…) son gratuitos en Londres. En París, la entrada al museo más visitado del mundo, el Louvre,  cuesta 15€ y el delicioso Orsay también es de pago.

Samuel Johnson (1709-1784) dijo en una ocasión: “Cuando un hombre está cansado de Londres, está cansado de la vida, pues Londres tiene todo lo que la vida puede ofrecer”. Hemingway, por su parte, añadió: “sólo hay dos lugares en el mundo en los que puedes vivir feliz: en casa y en París". Y a Diana Vreeland se le atribuye la enigmática frase:


¿Papá o mamá? ¿Londres o Paris? A cada cual, lo suyo

Román Rubio
@roman_rubio
Noviembre 2015



lunes, 23 de noviembre de 2015

HALAL O KOSHER

HALAL O KOSHER


















Me cuentan que algunas familias musulmanas renuncian a la beca de comedor de los colegios por no serles proporcionada a los niños comida acorde con sus creencias. Al parecer, los comedores escolares incluyen un menú para mahometanos y judíos en el que se excluye el cerdo,  al igual que se adaptan los menús a los requerimientos médicos de celíacos y alérgicos en la mayoría de sus variantes. Por razones obvias no se incluyen otras excepciones como vegetarianismo que responde a decisiones no médicas. Parece sensato el arreglo. Lo público cubre lo general y la indicación médica eludiendo las costosas especificidades, los caprichos y supersticiones. ¿Es usted musulmán o judío? Le proporcionamos una dienta sin cerdo ni alcohol (lo que es redundante tratándose de comedores escolares). Tiene sentido. La carne del cerdo –además de las connotaciones religiosas- puede tener un rechazo de asco por todas aquellas personas que, culturalmente, la tienen fuera de la dieta, como nosotros (cristianos mejor o peor avenidos) podemos sentir por la carne de perro o de rana.

Lo que en realidad están pidiendo las familias que retiran a sus hijos de los comedores es la comida halal. ¿Y qué es la comida halal? En la idiosincrasia musulmana halal es aquello que es admisible para el mahometano en términos de vestimenta, costumbres sociales y alimentación. Para los “occidentales” se refiere exclusivamente a la alimentación, sobre todo, a la carne. Dice el Corán:


“Se os prohíbe la carne del animal muerto por causa natural, la sangre, la carne de cerdo, la del animal que haya sido sacrificado en nombre de otro que Allah, la del que haya muerto por asfixia, golpe, caída, cornada o devorado por una fiera, a menos que lo degolléis. Y la del que haya sido sacrificado sobre altares y que consultéis la suerte con las flechas…”


Y ¿cuáles son, pues, las implicaciones que esto conlleva? Pues implica que los animales deben ser sacrificados de una manera determinada. Los mataderos que obedecen a la sharía deben estar orientados a La Meca y los animales  sacrificados con un corte profundo en el cuello que seccione la yugular y la carótida (pero no la espina dorsal), dejados desangrar  sin ayuda de anestesia y realizado por un imán o persona autorizada, que debe de poner al animal mirando al levante  mientras  invoca a Alá durante el sacrificio, pues la res es muerta en su nombre para evitar la idolatría, ¡no vaya a ser que al matarife se le ocurra ofrendar  la oblación a otra deidad rival!  Pura superstición y anacrónica superchería.



Exquisita comida halal

Por mi edad y mi proveniencia rural tengo memoria de cuando en las casas se sacrificaba tanto el cerdo anual (anatema para los musulmanes) por desangramiento y el ocasional pollo gallina o conejo que daba sustancia al arroz dominical. Al conejo se le daba un golpe en la nuca. Con práctica, con uno basta. Al cruzar las patas delanteras (señal de la muerte del animal) se le colgaba de las traseras y, tras quitarle los ojos, se le dejaba desangrar unos minutos antes de proceder al despellejo. Alguna vez ayudé, en mi niñez, en el proceso. Hoy no lo haría a no ser que coincidiéramos en una isla desierta y nada que comer el conejo y yo. En el caso de que estuviéramos el conejo, yo y digamos, un portugués, tendría más probabilidades el portugués de ser devorado que el conejo.

Hace poco me contaron como alguien del ámbito rural que conozco se dispuso a sacrificar una gallina que ya no le ponía huevos pero que, como buena gallina vieja, era excelente para caldo. El sujeto le cortó el cuello a ras y creyó la faena terminada. Error. La gallina, descabezada, salió corriendo por el pasillo de la casa sin mirar, la pobre, ni a La Meca ni a Teruel. El resultado, según testigos que examinaron posteriormente el lugar de los hechos fue algo así como el escenario de la Matanza de Texas en el  Lago de los Cisnes.

Los judíos, mucho menos numerosos en mi país, siguen las arcaicas normas explicitadas en el Exodo 23:19, Éxodo 34:26 y Deuteronomio 14:21 y exigen  la certificación kosher para su alimentación que es aún más caprichosa, arcaica y sin fundamento  que la regulación halal. Kosher es la pronunciación yiddish de la palabra hebrea casher que es aquello que cumple los requisitos cashrut (lo correcto, lo apropiado) para ser consumido según las indicaciones de la Torá. Además del desangramiento en vivo del animal (lo que coincide con la práctica halal) somete el procedimiento a caprichosas normas en seguimiento estricto del Antiguo Testamento.



La carne aceptable para el consumo de los judíos es aquella proveniente de animales con pezuña hendida y rumiantes, teniéndose que dar las dos condiciones juntas. El conejo, el camello y por supuesto el proscrito cerdo queda fuera de lo aceptable para el consumo. En cuanto a los pescados se permite el consumo de aquellos que tienen aletas y escamas y, al igual que los terrestres, deben cumplir juntas ambas cualidades, con lo que el celebrado bagre del lago Kentucky (del artículo anterior) quedaría excluido del consumo humano así como las ostras, langostinos y gambas. En cuanto a las aves, se descartan las de presa y carroñeras (como en el caso de los musulmanes).

Pero lo que hace más engorrosa y complica notablemente la dieta kosher es la incompatibilidad de manipulación y consumo de los productos lácteos y los cárnicos, lo que afecta también al uso de los utensilios en la cocina. No se pueden consumir lácteos junto con carne. Si se consume carne, no se podrá tomar ningún lácteo, como el queso o el yogur, en un período de tiempo (horas) pues pueden quedar restos de carne entre los dientes. Si se consumen lácteos primero, bastará con lavarse la boca o comer alimentos neutros (pan…) para poder  ya comer la carne. En cuanto a los platos, cuchillos y otros utensilios deberán ser diferentes tanto en la mesa como en la cocina para estos tipos de alimentos y vigilar con atención que no se contaminen. Y la norma afecta hasta al fregadero, que debe ser diferente…

A su lado, los católicos con sus tímidas vigilias de Cuaresma, con sus potajes de garbanzos y bacalao los viernes y alguna que otra torrija parecen unos aficionados del anacronismo.

Román Rubio
@roman_rubio
Noviembre 2015 

jueves, 19 de noviembre de 2015

PARIS, TEXAS

PARIS, TEXAS


Paris, Texas es uno de esos modestos lugares agrandados por el cine, como Zabriskie Point o Fargo: lugares anodinos del vasto medio oeste americano que alguien, como hiciera Cervantes con El Toboso, ha puesto en el mapa contando una historia. Antonioni lo hizo con Zabrinskie Point (Valle de la Muerte, California), los hermanos Cohen con Fargo (Minnesota) y Wim Wenders con la ciudad tejana. En 1984 Wenders nos contó una historia desgarrada, sensible y lírica acompañada por una peculiar guitarra acústica al estilo americano en que un hombre, Dean Stanton, amnésico, aparece en aquel remoto lugar. Tras ser rescatado por su hermano decide recomponer su vida familiar perdida o extraviada. Hay un hijo y hay una mujer: una estupenda Nastassja Kinski. No recuerdo el desenlace; sólo recuerdo una hipnótica música de guitarra y una stripper. Y un título: Paris, Texas. La combinación geográfica resulta estridente,  un oxímoron, como “ojos cerrados de par en par” o “en el calor de la noche”. ¿Cómo puede asociarse la bella capital de Francia con un vulgar rincón de la llanura tejana? Ni siquiera el paisaje ayuda. Pues bien, el lugar es bien real. Tiene unos 26.000 habitantes y hasta una torre Eiffel a escala y todo, eso sí, con un sombrero tejano en la punta, para dar la nota.

Hay una veintena de lugares con el nombre de Paris en Norteamérica de los que una docena de ellos son ciudades o pueblos. Y están por todas partes. Además de Paris, Texas  tenemos Paris, Arkansas; Paris, Tennessee; Paris Idaho; Paris Kentucky; Paris Illinois; Paris, Maine; Paris New York; Paris Missouri; Paris Wisconsin… además de Paris, Ontario en Canadá y otros lugares menores que han sido, en su mayor parte, integrados dentro de unidades censales más amplias. Algunos de estos lugares tienen, además del nombre,  datos de cierto interés.
Para empezar, tanto el París de Texas como el de Tennessee tienen, cada una, su torre Eiffel.


Torre Eiffel de Paris, Texas y la de Paris, Tennessee

 Desde 1993 la ciudad tejana, situada en pleno Tornado Alley (corredor de los tornados), luce con orgullo su torre de 20 metros de altura. Ese mismo año Paris, Tennessee construyó la suya de similares dimensiones. Considerado inaceptable por los tejanos que les fuera discutido el honor de tener la segunda Torre Eiffel más alta del mundo, le añadieron un gigantesco sombrero tejano en la cúspide y mantuvieron orgullosos su dudoso record hasta que, en 1999, se construyó otra torre Eiffel en Las Vegas de 160 metros que acabó con la polémica si no con el orgullo de los tejanos.
El nombre de la ciudad parece llevar implícito los valores de liberté, egalité y fraternité, pero lo cierto es que esto no es así, o no siempre. Paris, Texas ha sido desde hace mucho escenario de problemas raciales, produciéndose a finales del siglo XIX diversos episodios de linchamientos. En 1893 se produjo el del joven negro Henry Smith, documentado fotográficamente.
115 años después, en 2007, una adolescente negra de 14 años fue condenada por un juez local a siete años en un correccional por empujar a un monitor en el Instituto. El mismo juez había dejado en libertad condicional tres meses antes a una joven blanca de la misma edad por incendio intencionado, lo que fue motivo de fuerte controversia en el ámbito estatal y nacional. En 2008, el atropello y muerte del hombre negro Bandron McClelland puso otra vez a prueba la convivencia local. Dos hombres blancos fueron detenidos por el atropello y fueron liberados por falta de consistencia en los cargos, lo que enfureció a una opinión pública sobre todo negra, demasiado acostumbrada a las banderas confederadas, amenazadores nudos de ahorcado y grafitis racistas.

A 138 kilómetros de Nashville está Paris, Tennessee. Con una población de unos 10.000 habitantes han disputado a los tejanos con dignidad el orgullo de tener la segunda torre Eiffel más alta hasta que vinieron los abusones de Las Vegas; pero no se conforman los ciudadanos de Tennesse con un distintivo tan discreto. Lo que imprime carácter a la ciudad es el gigantesco pez, un bagre (catfish) situado a la entrada de la población promocionando  un festival que celebran cada mes de abril conocido como “World Biggest Fish Fry” (la mayor fritura de pescado del mundo –con permiso de los del Puerto de Santa María-)


La localidad está relativamente cerca del lago Kentucky con lo que la pesca es una actividad popular. Los festejos de abril incluyen desfiles, una feria de artesania y un rodeo. Y también una carrera de bagres. No de coches, no de personas; ni siquiera de perros o caballos sino de pescados. Al efecto, los habilidosos habitantes han construido una especie de conductos transparentes en que unos peces compiten en carrera haciendo las delicias de los locales. Insuperable.

 Paris, Arkansas (3.500 h) no aporta mucho a la historia sociológica de los Estados Unidos pero aún así tiene el dudoso honor de ser el lugar en dónde se llevó a cabo la última ejecución pública de un reo por ahorcamiento antes de que se inaugurara la silla eléctrica del estado en Little Rock. El 15 de julio de 1914, el joven Arthur Tillman fue ajusticiado por la muerte de su novia Amanda. En la actualidad, el viejo edificio de los juzgados ha sido convertido en un museo en que se puede visitar las celdas de los detenidos y las estancias de los guardianes, entre otras cosas de interés histórico local.

La pequeña localidad de Paris, en Idaho (de sólo unos 500 habitantes) fue fundada en 1863 por un puñado de mormones (que obviamente no teníanan GPS) en la creencia de que estaban en Utah. No fue hasta cinco años más tarde que se dieron cuenta (o se les advirtió) de que se encontraban en el vecino Estado de Idaho y no en Utah como pensaban, lo que tampoco parece que les importara demasiado puesto que allí construyeron su templo. La iglesia (tabernáculo mormón) del pueblo es capaz de albergar 2.000 personas en su interior, lo que multiplica por cuatro el total de la población censada en el lugar.

Tabernáculo de Paris, Idaho

La festividad local se celebra…el 4 de julio, fiesta nacional de la República Francesa y el acto más destacado es una carrera popular (esta vez de personas) desde otro pueblo situado a unos doce kilómetros que se llama… Montpelier, de modo que la carrera Montpelier-Paris el 4 de julio (día nacional en el que media Francia está haciendo picnic en las cunetas mientras ve pasar el Tour) se celebra en Idaho. En la línea de meta se sirve un desayuno popular valiéndose de un chuck-wagon, que como todo el mundo que haya viajado en una caravana del oeste sabe, es la carreta que hacía de cocina de campaña y tras varios desfiles y otros festejos se acaba con un rodeo.

Paris, Illinois (de unos 9.000 habitantes)  debe su nombre al hecho de que la palabra estaba grabada en el tronco de un roble de un bosquecillo que se encontraba en algún lugar de lo que en 1.826 se convertiría en la ciudad...

En cuánto al resto de los Paris, estoy seguro de que todos tendrán su pequeña y modesta historia, como la tiene el Gran París, el de Francia, con sus glorias, sus miserias y sus penas. Con la toma de la Bastilla y la guillotina de la Plaza de la Revolución (hoy de la Concordia), con Hitler y sus tropas desfilando por los Campos Elíseos y los republicanos españoles y De Gaulle. Con Toulouse Lautrec y Picasso. Con Induráin y Eddie Merckx, Christian Dior y Jean Paul Gaultier, con su Moulin Rouge y su Folies Bergère y, desgraciadamente, con su Charlie Hebdo y su Bataclan.

Román Rubio
@roman_rubio
Noviembre 2015

lunes, 16 de noviembre de 2015

APOCALIPSIS NOW

APOCALIPSIS NOW















De todos los libros que componen la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, ninguno tan extraño, disparatado, y simbólico hasta el delirio como el Apocalipsis, también conocido como el libro de la Revelación, escrito en griego, en la isla de Patmos, por Juan que no es otro que Juan el Evangelista, el mismo que compusiera el Evangelio según San Juan y el mismo Apóstol que en su juventud acompañara a Jesús en sus predicaciones convirtiéndose en el discípulo favorito, hasta el punto de, desde la misma cruz, encomendarle a María como hijo y a este como madre con las palabras: “mujer, he ahí a tu hijo”, “hijo, he ahí a tu madre”.


El marco en el que se escribió el libro quizás por algún colaborador del mismo Juan, dadas las diferencias estilísticas con los Evangelios, era un contexto de dura persecución de los cristianos en la época de Diocleciano, a finales del siglo I. El contenido general es la destrucción de los enemigos del cristianismo y el triunfo final de Cristo y la Iglesia. Era claramente un documento encaminado a aumentar la moral de las “siete” iglesias o comunidades cristianas asiáticas: Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia (pero no la de Pensilvania) y Laodicea. Cualquier analogía con los “siete” territorios de Girona, Barcelona, Lleida, Tarragona, Perpiñán, Valencia y Baleares es pura coincidencia numérica, como lo es el hecho de que Mas sea un iluminado como Juan el Evangelista; de hecho, mientras Juan fue el favorito de nada menos que Jesucristo, Mas solo lo ha sido de Jordi Pujol, lo que, tal y como están las cosas, no ayuda ni un poco.

En su visión reveladora, a Juan se le aparece el hijo de Dios y recibe el encargo de relatar el mensaje. No es de extrañar que el Evangelista no reconociera al Hijo de Dios con quien había compartido tantas aventuras en su juventud  pues este se presentó de manera algo excéntrica; su etapa en el paraíso le había marcado del modo que marca el poder: “Su cabeza, o sea, sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; y sus ojos, como llama de fuego; y sus pies, semejantes a bronce brillante, como incandescente en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas”.”Y tenía en su mano derecha siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su semblante era como el sol…” Los siete candelabros de oro que enmarcaban la figura terminan de completar el cuadro de simbolismos en que los números, y el siete, en particular, tienen gran relevancia.


El delirio comienza cuando entra en el cielo por una puerta abierta a indicación del Hijo: Había un trono del que salen relámpagos y voces y truenos escoltado por cuatro seres vivientes con ojos por delante y por detrás. “El primero es semejante a un león, el segundo, es semejante a un toro; el tercero tiene el rostro de un hombre; y el cuarto, es semejante a un águila en vuelo”. Hay quien de manera torticera ve representado en esta estrambótica simbología a Romeva por el león, Junqueras por el españolísimo toro, Antonio Baños por el bicho con cara humana y a la Forcadell por el águila en planeo. El escenario queda completado por veinticuatro tronitos ocupados por veinticuatro ancianos, vestidos de túnicas blancas y coronas de oro sobre sus cabezas que en ningún sitio se dice que representen al Tribunal Constitucional.

 


No queda todo ahí: queda emplazar en la imagen al ángel que presenta el rollo de los siete sellos que nadie en el cielo ni en la tierra ha sido capaz de abrir. Tras el anuncio del mosso d’escuadra (un ángel, en el libelo) para abrir el documento de declaración de independencia (en el libro, el rollo de los siete sellos) apareció un “Cordero en pie, como degollado, que tenía siete cuernos y siete ojos  (…) Y cuando tomo el rollo, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos cayeron ante el Cordero, teniendo cada uno una cítara y copas de oro, llenas de incienso…” En medio de la delirante y barroca escenografía aparecieron, tras la apertura de los cuatro primeros sellos cuatro caballos: el blanco, el rojo, el negro y el bayo, montados por cuatro jinetes conocidos como los cuatro jinetes del Apocalipsis y portadores de lindezas como la victoria, la guerra, el hambre y la muerte.

La ira de Dios (porque de esto va el libro, de ira) sigue consumándose con la historia de las siete trompetas tocadas por los siete ángeles. En la época en que  el bueno de Juan escribió el Apocalipsis, los neocon todavía no habían introducido la máxima capitalista de productividad extrema y se podían permitir el lujo de usar siete ángeles para que cada uno tocara cada una de las siete trompetas que habían de anunciar siete cataclismos horrorosos de granizadas de fuego mezcladas con sangre, oscurecimiento de los astros  y cosas así, que por mucho que algunos se empeñen, es una exageración de lo que pudiera ocurrir tras la escisión de los territorios que preconiza el Cordero degollado con gafas de Alain Afflelou. La quinta trompeta activó, eso sí, una plaga de langostas a la que los judíos eran muy aficionados a tenor de las veces que aparece la dichosa plaga en las Escrituras. En esta ocasión se les dio el mandato (a las langostas) de no arrasar cultivos ni verdura alguna y atacar sin tregua a los hombres; bueno, sólo a los que no tienen el sello de Dios sobre sus frentes. No consta que se les indicase si deberían cebarse con los de León o los de Murcia. Lo que sí da cuenta es del temible aspecto de las langostas: “la apariencia de las langostas era como de caballos equipados para la guerra; y tenían sobre sus cabezas como coronas que parecían de oro; y sus rostros eran como rostros humanos. Tenían cabellos como cabellos de mujer, y sus dientes eran como de león. Llevaban corazas como corazas de hierro, y el ruido de sus alas era como ruido de carros de muchos caballos que corren a la guerra. Y tienen colas semejantes a escorpiones y aguijones…” Así es todo, más o menos en este disparatado y curioso relato. Las penas para los romanos y todos aquellos que no tuvieran la suerte de pertenecer al pueblo elegido eran atroces.

No acaban ahí las desdichas para la pobre tierra en este terrible y pintoresco escenario. Siete ángeles reciben siete copas llenas de la ira de Dios y las derraman sobre la tierra convirtiendo el agua en sangre y causando más indecibles miserias, con una mención especial a Babilonia –la grande, la madre de las prostitutas y de las abominaciones de la tierra- sin precisar si la destrucción empieza en Vallecas o en el Tibidabo.

La visión reveladora de Juan también predice el advenimiento del Anticristo (la serpiente) y el Falso Profeta (la bestia corrupia) pero hay tantos candidatos a apropiarse de estos símbolos que lo dejaremos para  otro artículo.

Román Rubio
@roman_rubio
Noviembre 2015 

martes, 10 de noviembre de 2015

MEMECES

MEMECES

 Evito las entrevistas a los políticos, sobre todo en épocas electorales. Sus argumentos son como salidos de un laboratorio. Su discurso ha sido elaborado y previsto de antemano en reuniones que supongo interminables con colaboradores, jefes de campaña, consejeros y toda una pléyade de correveidiles convirtiendo el discurso en algo previsible y sin sustancia. De todos modos, en épocas como la que vivimos, escucharles es inevitable a poco que se ponga la radio, se abra el periódico o se enchufe la televisión. Estas han sido las últimas perogrulladas que recuerdo haberles oído decir a alguno de ellos.









Rajoy saludado efusivamente por un murciano


En primer lugar, Rajoy: el pantocrátor de la NBA - como le llamó Losantos en una ocasión-, el blando, el vacuo, el intranscendente, el indeciso, el don Tancredo Rajoy. En Murcia se arrancó con un (cito de memoria) “Da gusto estar aquí. Murcia tiene geografía ¿?, tiene historia, tiene mar, montaña, gastronomía, se come muy bien, tiene buen tiempo y gente agradable”. ¡Toma ya! ¿Se puede decir más con menos? Bueno, sí. Pudo haber acabado con el impagable ¡Viva el vino! Los murcianos, gente de natural campechana, por decir algo ya que los habrá campechanos y otros que no, parecían más preocupados por el hecho de que “no tienen” AVE, lo que en este país es un delito de horca, “no tienen” (o dicen no tener) suficiente agua para sus riegos y “tienen” dos aeropuertos, uno, el de san Javier, reformado recientemente, emplazado en un bello paraje, junto al Mar Menor y perfectamente dimensionado para el tráfico que maneja (de algo más de un millón de pasajeros al año) y otro, enorme, ruinoso y cerrado (el Aeropuerto Internacional de la Región de Murcia, en Corvera, a unos 30 kilómetros del primero), además de encontrarse a 50 minutos de autopista del aeropuerto Internacional de Alicante, con magníficas conexiones con toda Europa.
El Presidente, junto con otros significados miembros de su partido, de manera notoria el nefando y pintoresco portavoz Rafael Hernando y el Ministro Montoro, se suelen quejar de que no han sabido comunicar lo mucho y bueno que han hecho y que están haciendo. Es algo lamentable. ¿Explicar, qué?, ¿qué es lo que no han sabido explicar? Un tipo como Rajoy, que basa toda su acción política en la no acción, que es incapaz de entrar en un debate cuerpo a cuerpo como hacen estos Riveras e Iglesias de la nueva hornada, que ha rehuido el contacto con la prensa durante años comunicándose con los periodistas con un humillante (para éstos) plasma, nos viene diciendo que no ha sabido comunicar. No señor Rajoy, no ha querido comunicar, que no es lo mismo. Usted sabrá por qué. ¿Quizás porque lo que tenía que transmitir era incomunicable?

El socialista Sánchez también se cubrió de gloria en una entrevista televisada hace poco. Tras reconocer que los socialistas habían cometido errores azucé el oído. ¡Hombre, por fin algo interesante, un político reconociendo errores, atención! Para el líder socialista el mayor error de los socialistas había sido…”no reconocer todo lo bueno que habían hecho por España”. Como don Tancredo, el de Pontevedra. ¿Es que se copian unos a otros en las memeces? Lamentable. No es que yo no crea que el PSOE no haya hecho cosas buenas, no. Creo que la etapa de González en el Gobierno ha sido la de mayor progreso, social y económico de España, pero decir que el mayor error es no haber sabido darse jabón es de lo más pueril y diabólicamente torpe que he oído, o lo era hasta que abrí el periódico el domingo y leí las declaraciones de la Presidenta del Parlament de Catalunya Carme Forcadell. En diversos actos públicos la política catalana declara que los catalanes han vivido, viven, esclavizados. Ahí es nada. El pueblo catalán no sólo no es independiente sino que es esclavo. ¿De quién? ¿Por quién están esclavizados? ¿Por España?



Para contrastar datos y comprobar la acción esclavizadora moderna de España he consultado las fuentes de la organización filantrópica internacional Walk Free Foundation, la más prestigiosa en el estudio y la lucha contra la esclavitud moderna. En su índice Global Slavery Index de 2014  http://www.globalslaveryindex.org/  en dónde se analiza el asunto, España consigue un honroso puesto 150 de 167, con un índice porcentual de 0.013 casos, mejorando a países como Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia y sólo un poco peor que los de siempre (Países Escandinavos, Nueva Zelanda…). El hecho de que Cataluña no sea un país independiente y se encuentre dentro de España, como Cartagena dentro de la Región de Murcia, Baviera en Alemania o Lombardía en Italia no quiere decir que no sea un país libre. Con el Parlament de Catalunya, el Parlamento Español y el de la Unión Europea, pocos pueblos e individuos tendrán las garantías de libertad del pueblo y el individuo catalán.



Las chicas que traen de Rumanía o Costa de Marfil con engaños y les hace trabajar de prostitutas en La Jonquera reteniéndoles el pasaporte hasta que paguen los gastos que el amo considera sí que son esclavas modernas. Los trabajadores paquistaníes que son llevados (aunque de manera voluntaria) a Dubai y otros países del Golfo a trabajar en la construcción y se les tiene habitando infraviviendas y ganando un mísero salario que envían a su país para que sus familias puedan comer se pueden considerar esclavos modernos, pero ¿los catalanes? ¿Nos hemos vuelto locos? He estado en Barcelona últimamente en alguna ocasión y le aseguro, señora Forcadell, que no he visto régimen de esclavitud alguno y si me ha parecido ver algo que remotamente se le asemejara siempre fue en alguien que, por el color de su piel, no parecía ser, ni por asomo, oriundo de Olot o de Reus. Se lo aseguro.

Román Rubio
@román_rubio
Noviembre 2015

viernes, 6 de noviembre de 2015

RING RING. AQUÍ KARL MARX

RING RING. AQUÍ KARL MARX



Ya saben de qué hablo. Suena el teléfono, lo descuelgas: “Sí, dígame” y hay un par de segundos sin respuesta. Llamada de marketing, no hay duda.

He recibido unas cuantas en –digamos- los últimos diez días. En todas ellas, una persona joven en apariencia empieza presentándose por su nombre (como si a mí me importara un carajo que se llame Andrés o Susana). A continuación me comunica que en mi calle ha sido instalada fibra óptica y que la conexión a mi domicilio me sale gratuita. Las ventajas sobre lo que tengo serían enormes. En la primera llamada me atreví a decirle al comercial que ya tengo conexión por cable de fibra óptica proporcionado por otra empresa. Error. Mi interlocutor, que sabe de qué va tras un cursillo de…¿un día? se frota las manos y me contesta que lo que yo tengo es un cable coaxial o algo así y que ofrece unas prestaciones ridículas en comparación con lo que me ofrece “su” compañía; ¡pobre diablo! Me desembarazo del sujeto como puedo haciendo esfuerzos por ser cortés, habida cuenta de que el chico está trabajando y debe ser descorazonador recibir coces de personas  a las que se interpela  groseramente en la intimidad de sus propias casas. A los dos o tres días recibí otra llamada y otra más con la misma historia de las que me desembaracé con un inapelable: “Lo siento. No atiendo llamadas comerciales”.

Ayer, a la hora de la siesta tuve la cuarta llamada. Esperé a que se presentara el tal Andrés o Susana y que me confesara el objeto de su llamada, tras lo cual le espeté: “Mira Andrés (o Susana): en mi época, muchos jóvenes éramos marxistas. Y lo éramos porque creíamos (creemos) que un trabajo como el tuyo que consiste en incomodar a las personas en su domicilio recibiendo cientos de negativas todos los días por un salario de miseria no debería de existir. Es frustrante para ti y agresivo para mí. Perdimos la batalla; lo siento, pero no me vuelvas a llamar”. Es inútil. Sé que volverán a hacerlo. El comercial (Andrés o Susana) habrá anotado LOCO  junto a mi número y le tocará a otra Susana hacer la siguiente llamada, ya prevenida de que se las tendrá que ver con un tipo raro. Y así todos los días. Inútilmente. Por un salario de mierda que sólo les da para malvivir y con la amenaza de ser reemplazado por otro si no cumple objetivos. En fin…



Es increíble. En mi época, muchos jóvenes, no todos, éramos marxistas. Y esto, por una razón muy sencilla: el trabajo, si está bien hecho genera una plusvalía; el trabajador produce más que cobra, esa es la base del contrato laboral, si no, no te contratarían. Si trabaja para un patrón (o capitalista) enriquece a éste. Si trabaja para la colectividad enriquece a ésta. Este es el postulado central del marxismo y nunca, nunca he encontrado a alguien capaz de contradecir esta verdad tan simple. La lógica del axioma es implacable. Punto.

En una segunda jugada (como le gusta al Madrid) aprendimos que el marxismo estaba reñido con la eficiencia (vaya por dios). Al parecer, el hecho de no tener presión por competir hace         que nos volvamos acomodaticios y perdamos eficacia. Así, vimos como cayó la Unión Soviética y la República Democrática Alemana y hemos visto languidecer y descomponerse otros regímenes como el cubano, de modo que el mundo cayó en brazos del capital y sus tiburones que campan por sus respetos, sin ningún pudor, presumiendo de su espíritu emprendedor cuando no simple y llanamente especulador. Pues bien, adoraremos, humillados, al becerro de oro.

El capital, cada vez más arrogante, saca pecho con la arrogancia de quién se sabe fuera de peligro, sin enemigo a la vista; de ahí, los escandalosos sueldos e ingresos por administración y especulación de los poderosos. Si en los años 60 el Director Gerente de una compañía como General Motors (por citar una) podía cobrar el salario del empleado medio multiplicado por diez, en la actualidad recibe cantidades obscenas que desvelan sin pudor alguno, en ocasiones en momentos sangrantes como en los estertores de las crisis económica (recordamos con asco las condiciones de despido o jubilación de los bandoleros que regían las Cajas de Ahorros y bancos arruinados de este país).

Hay trabajos inútiles. Quienes en su día viajaron a la Unión Soviética contaban que en cada planta de los (pocos) grandes hoteles había una mujer, siempre malhumorada, en una mesita al final del pasillo. Su función, aparte de reñir a los clientes (en ruso, claro) por cualquier cosa, no estaba clara. Para unos se trataba de un tema de seguridad del hotel, otros le atribuían funciones de gobernanta del personal de servicio y para otros se trataba de los ojos del partido controlando las entradas y salidas de huéspedes y oriundos (y oriundas) para información del  KGB.



Probablemente todos tuvieran algo de razón. Lo cierto es que a los ojos del occidental (proveniente del mundo capitalista) el trabajo no dejaba de ser un algo redundante y tan aburrido y poco creativo como el de vigilante de museo. Aún así, en el fondo, muy en el fondo, las sufridas mujeres soviéticas podían retirarse a sus casas al acabar el turno con la vaga sensación de haber servido (mal) al pueblo, como en mi país ocurría con los porteros de fincas urbanas o los serenos. Otros desgraciados sólo pueden tener la sensación de haber servido (bien o mal) no al pueblo, sino a los bolsillos de los tiburones con corbata de seda.




Román Rubio
@roman_rubio
Noviembre 2015 

martes, 3 de noviembre de 2015

CARNE ROJA

CARNE ROJA



Es sorprendente la cantidad de material ingenioso que corre por las redes sociales ante cualquier novedad. Cada noticia genera cantidades ingentes de chistes y montajes, algunos de ellos divertidos y ocurrentes. Esta última semana el tema ha sido la carne: la procesada (salchichas, hamburguesas, chorizos…) y la roja (solomillo, entrecot y chuletón). Mi chiste favorito ha sido el del amigo que ha creado una empresa de reciclaje y se ofrece a retirar gratuitamente los jamones, chuletones, solomillos y otros perniciosos agentes cancerígenos para su destrucción. La empresa de mi amigo está esperando que otro lince de la Universidad de Carolina o Minnesota lleve a cabo otro estudio que pruebe el efecto dañino del marisco para, también, retirarlo graciosamente y sin coste. Todo por tu salud. Estupendo.

Y es que, parece que no tenemos asimilada la idea de que todo mata. El hecho de respirar, la propia injerencia de oxígeno coadyuva a la oxigenación de las células y también a la oxidación de las mismas y por tanto, al envejecimiento, prolegómeno suficiente, que no necesario, de la muerte. ¿No quieres envejecer? No respires; así, además de no oxidarte  te mueres y tienes la garantía de no favorecer el envejecimiento.

Ahora le ha tocado a la carne pero quienes tenemos cierta edad hemos visto la caída y, en algunos casos, el rescate de algunos otros alimentos. Por ejemplo, en mi niñez, el pescado azul y el aceite (sí, sí: el portentoso aceite de oliva, el oro líquido de Arguiñano) eran prohibidos en la dieta de cualquier enfermo o persona en convalescencia. El médico recomendaba pescado blanco y carne roja a la plancha junto con arroz blanco, pan tostado y tortilla francesa. Para las mujeres criando, caldo de gallina. Por fortuna el aceite  ha sido rescatado del país de los proscritos y trasladado al Olimpo, en compañía de los dioses.


 








Digamos que no sólo se le ha perdonado sino que se le ha dado - junto al vino tinto tomado con moderación- un estatus de ciudadano fuera de toda sospecha. El pescado azul, gracias al contenido de ciertas grasas conocidas como Omega 3 también ha sido rescatado del, sin duda, inmerecido estatus de agente pernicioso y elevado al altar de los alimentos buenos. Bienvenidos sean. Pero ¿qué ha ocurrido con la desgraciada mantequilla? De igual modo se la condenó a la ignominia de los alimentos perniciosos y todavía no se la ha concedido el beneficio del perdón. Ni siquiera se ha visto sometida a un juicio justo y con garantías. ¿Qué hace la ONG Amnistía Internacional de los Alimentos que no se ha ocupado de denunciar la injusticia que se lleva a cabo con el noble alimento y pide que se revise el proceso? Soy de los que nunca se creyó que un productillo seminoble si no innoble como la margarina fuera alimento superior a la denostada mantequilla. Nunca. Esperemos pues el estudio que oficialice lo que ya sabemos. Y de paso, el que ponga a la cerveza en el puesto que le corresponde como enorme benefactor de la humanidad.



En realidad ya lo sabemos. Me refiero a lo que es bueno y malo y regular y lo buenísimo a veces pero no siempre. Por ejemplo: fumar es malo. Siempre lo hemos sabido. La argumentación de los procesos contra las tabaqueras basada en el hecho de la ignorancia de los efectos nocivos debido a la actitud de ocultación de la industria me ha parecido siempre una falacia. Es sabido desde siempre: usted fuma, pues tose y respira mal y los pulmones (o los bronquios) se vuelven negruzcos y enferman. No hace falta ser un lince. Otros alimentos, o condimentos, o bebidas alcohólicas son buenas o malas o inocuas dependiendo de la cantidad: el vino es buenísimo hasta que a partir de un número indeterminado de vasos deja de serlo, igual que la cerveza o el orujo. Otros son inocuos dependiendo de la cantidad, como la sal, la pimienta y, en cierto modo, el azúcar. No alimentan pero tampoco ocasionan un perjuicio claro. Dan sabor y por eso los llamamos condimentos.


En la España rural, de la que procedemos aunque algunos por su juventud no lo tengan claro y otros por voluntaria desmemoria tampoco, la base de las proteínas era el cerdo que anualmente se sacrificaba en cada casa, que se “procesaba” en su totalidad y que habría de proporcionar carne para todo el año; eso y la ocasional aportación de la gallina o conejo de domingos y fiestas de guardar y las sardinas de cuba y el bacalao salado que en muchos pueblos del interior constituían la única aportación del mar a la dieta. Con ello, pescado fresco en la costa, el gazpacho o salmorejo y las sopas de ajo sobrevivió un pueblo que se ha puesto en el pelotón de cabeza de la esperanza de vida mundial, gracias, fundamentalmente, a tres factores: que la comida, en cantidad suficiente, ha llegado a “toda” la población, que el Servicio de Salud ha llegado a “toda” la población y que el estilo de vida –el clima y las costumbres sociales- es uno de los más equilibrados del mundo.

Por lo demás, no hay que apurarse: ya rescatarán el jamón y el salchichón estudios posteriores. Sin duda alguna. Al fin y al cabo, el método científico no hace más que - por medio de pruebas, observaciones y/o mediciones- confirmar o refutar las hipótesis que previamente habíamos establecido por medio de la observación; y todos los observadores y también los observantes están de acuerdo en que el jamón es bueno; y el salchichón también. Y el aceite de oliva y la cerveza. Y  la mantequilla… ¡Viva el vino!

Román Rubio
@roman_rubio
Noviembre 2015