martes, 30 de agosto de 2016

VANITAS VANITATUM

VANITAS VANITATUM














“Vanitas  vanitatum, omnia vanitas”
Vanidad de vanidades, todo es vanidad
Eclesiastés

Ocurrió en Sydney. Amy Sharp, de 18 años, se escapó de una comisaría de la ciudad en la que estaba retenida por robo –“delito contra la propiedad”, en términos técnicos policiales-. A continuación, como es costumbre, la policía difundió unas fotos tomadas durante la detención en que la chica, con cara cansada, iba envuelta en una poco favorecedora manta rosa. Esto debió parecerle a Amy totalmente inaceptable de modo que, fugitiva como estaba, envió al Facebook de la cadena Australia’s Chanel Seven un mensaje, proporcionándoles la mejor foto de sí misma en la que  aparecía mucho más mona y arreglada, con el educado requerimiento de que usaran la favorecedora imagen en vez de el adefesio  policial para sus telediarios. Genial, la chica. Una cosa es que difundan tu imagen de delincuente, para lo que tienen derecho y otra que usen  una imagen execrable. ¡Con lo cuidadosos que somos a la hora de elegir la foto de nuestro perfil en la Red para que vengan ahora, en el momento en que se emite para todo el país con una imagen zarrapastrosa tomada en horas bajas en comisaría! ¡Hasta ahí podíamos llegar!

¡Ay, la coquetería, hermana pequeña de la vanidad! Tan denostada y tan común. “El que niega su propia vanidad suele poseerla de forma tan brutal, que debe cerrar los ojos si no quiere despreciarse a sí mismo” decía Niestzche de ella. Y es que no conozco (ni yo ni tú, lector) a nadie que no lleve consigo su mochilita de vanidad. Eso sí, cada uno a su manera: de su imagen, de su reputación profesional, de su (relativo) éxito con los demás, de su fortuna, de su vigor, de su condición de líder, de sus muchos amigos, de sus escritos, de su rol en el grupo, de su bondad y generosidad… Para mí, la vanidad es una fase atenuada e inofensiva de la arrogancia y de la soberbia. La vanidad es inocua y no suele tratarse sino de amor propio al descubierto. Hay quien trata de diferenciar entre vanidad y autoestima dándole a la primera un sentido negativo, como alimento del ego y a la segunda (la autoestima) una carga positiva como de alimento del espíritu. Chorradas. Es la misma falacia de quienes tratan de argumentar la diferencia entre patriota y nacionalista: el patriotismo encarna lo bueno, lo valiente, lo gallardo, lo generoso, la entrega del individuo al bien común; el nacionalismo, por el contrario, encarna la exaltación de la diferencia, el chovinismo, la racanería ante el otro… Patrañas de trilero. Es lo mismo pero con distintas palabras, según conveniencia. El nacionalista es visto como un patriota desde el otro lado de la trinchera. Y viceversa.

Pero volvamos a la vanidad. En la filosofía y la literatura clásicas representa lo efímero, lo transitorio, lo terrenal, ante lo que se opone lo permanente, lo sólido, la vida eterna. A ello dedicó Jorge Manrique uno de los mejores poemarios medieval-renacentistas de la literatura española en el que nos previene de que: 
“Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
más vale tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar”

A la hora de aleccionarnos sobre el camino para ganar la eternidad desprovista de vanidad, el autor nos sugiere dos rutas:
“…mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
e con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos e aflicciones
contra moros.

¡Alto ahí! Que los religiosos ganen el cielo con sus oraciones me parece simplista y facilón. Lo de los lloros ya me parece más pérfido, en cuánto que la religión, todo el mundo sabe que ofrecía una vida fácil y sin grandes trabajos a sus servidores en comparación con el valle de lágrimas del siervo e incluso del labrador, pero que los caballeros famosos se ganen la vida eterna con sus trabajos y aflicciones contra moros… hombre, amigo Manrique: Reconoce que ahí te has pasado, por muy cumbre de la literatura de la época que seas.

Antes de ser guillotinada, una dama de la aristocracia francesa pidió un momento para retocarse el maquillaje, otra (Mdme. Du Barry) también pidió una pequeña prórroga con su famoso “Encore un moment, Monsieur le bourreau, encore un moment” para… bueno, no sé; y Maria Antonieta, la pobre, pisó sin querer al verdugo, de lo que educadamente se excusó con un: “Disculpe señor, no lo hice a propósito”. Yo te piso sin querer, tú me decapitas queriendo y yo te pido perdón: Noblesse oblige. De cualquier modo, la vanidad es terrenal, es transitoria, y es deliciosamente coqueta si no se lleva al extremo de la soberbia o la arrogancia, términos enfermizos y generadores de mal. Además -como dijo Sábato- “… es tan fantástica (y tan poderosa –añado yo-), que hasta nos induce a preocuparnos por lo que pensarán de nosotros una vez muertos y enterrados”. Ahí es nada.

Román Rubio
Agosto 2016

sábado, 27 de agosto de 2016

CRIMEN Y CASTIGO

CRIMEN Y CASTIGO
















En Italia se ha movido la tierra y se ha vengado de los inocentes. A veces se manifiesta el Armagedón  y ante eso, ante las fuerzas telúricas los humanos reconocemos nuestra levedad y aceptamos el castigo de la fuerza ciega del golpe de mar, del temblor de tierra, del volcán…  como inevitable. Nos sentimos pequeñitos y reconocemos que no tenemos nada que hacer excepto, como en el cuento de los tres cerditos, hacer construcciones más resistentes que resguarden algo mejor del soplido del lobo. En estas circunstancias es fácil humillarse ante la fuerza ciclópea de la Naturaleza y reconocer nuestra inferioridad. Ni hoy ni ayer (cuando Pompeya) ni mañana seremos capaces de doblegar la fuerza del castigo de la tierra.

A dos mil kilómetros de Los Apeninos,  un muchacho con más alcohol en el cuerpo de lo que sería deseable, una madrugada se lleva por delante a un hombre trabajador que andaba en moto y deja a dos niñas de 5 y 7 años huérfanas, truncándoles la vida. O todavía más trivial: ese mismo muchacho, es ahora abstemio y observante de las reglas y coge el teléfono para consultar el mensaje que le acaba de entrar y que él estaba esperando con deleite produciendo el accidente que acaba con la vida del padre cariñoso y trabajador y el consecuente desamparo de quienes deja detrás. ¿Merece un despiste tan nimio un castigo tan brutal? ¿Tiene sentido que el hecho imprudente e insignificante de mirar una pantalla durante dos segundos tenga tan terribles e irreversibles consecuencias?

El hombre, en su intento de poner orden en el caos, ha construido un entramado lógico de castigos y recompensas en el que la pena debe estar en consonancia con el crimen y le desconcierta y horroriza el hecho de que esto no sea así. Sobre esa base se fundamenta el sistema religioso y el jurídico- penal. ¿Has sido bueno? Irás al cielo. ¿Has  pecado? Habrá que expiar el asunto de alguna manera, en vida o en el más allá. Por este motivo nos resulta tan difícil aceptar el sufrimiento infantil o cosas tan desproporcionadas e inexplicables como el hecho de que alguien como el gallego Ramón Sampedro resultara tetrapléjico por el hecho de saltar al mar un segundo después de que la ola se retirase de la roca. Imprudencia: sí; pero ¿no es un precio desproporcionado el que el hombre tuvo que pagar por el mal cálculo de un segundo? ¡Venga ya! ¿Dónde está la medida de la justicia?

El 9 de agosto de 1945 los americanos lanzaron su segunda bomba atómica, la de Nagasaki, con efectos devastadores produciendo muerte y destrucción en la ciudad, aunque menos que en Hiroshima, dada la orografía del lugar. Lo paradójico dentro de lo macabro es que la ciudad no era el destino inicial. La bomba debía lanzarse sobre Niigata pero el cielo estaba cubierto por las nubes y se desechó el objetivo una vez iniciada la misión. Se consideró Kokura, que era el objetivo alternativo a Hiroshima, pero ese día había espesa niebla sobre la ciudad de modo que se eligió  Nagasaki por el hecho de que el cielo estaba allí despejado. Y esa burla del destino  fue el  crimen que mereció el duro castigo de decenas de millares de personas quemadas y deformadas por el calor y la radiación. Todo el horror que padecieron esas personas y las que murieron los días y meses siguientes tas tremendos sufrimientos  se debió a que ese día amaneció despejado en Nagasaki. La perdición de la ciudad fue la fortuna de Kokura y sus habitantes, que se habían salvado dos veces del apocalipsis.

En todas esas alegres y estimulantes cosas estaba yo pensando la otra noche mientras miraba el magnífico cielo estrellado en el campo. Entonces me acordé de que las estrellas fugaces no son ni siquiera estrellas,  que son fragmentos de un cometa que entran en incandescencia al roce con la atmósfera; en cuanto a las estrellas… ni ellas siquiera existen o al menos tal y como las vemos. En realidad lo que vemos es la luz que estas emitieron en un  tiempo pasado, hace unos años algunas (las más cercanas) y miles o millones de años otras que dicen  los expertos que ya han desaparecido, que se han apagado. Un timo, el cielo.  Y eso que parecía fiable.

Román Rubio
Agosto 2016 

miércoles, 24 de agosto de 2016

REDES SOCIALES

REDES SOCIALES





















¿Eres refractario a las redes sociales? Lo entiendo. Yo también lo soy (más bien lo fui). Tras dos o tres años de tener cuenta en Facebook sin usarla y de ignorar un par de puñados de solicitudes de amistad decidí unirme al jolgorio de las redes sociales admitiendo amistades ignoradas y mandando yo mismo mi solicitud a amigos, fantasmas del pasado, conocidos y otros especímenes humanos. Al final, no crean, sólo he podido reunir a unos 60 en mi cuenta de Facebook, lo que no deja de ser frustrante teniendo en cuenta que tengo amigos que suman más de 600 contactos en su agenda. ¿Se imaginan? ¿Cómo pueden recordar quién es quién de entre sus más de 600 amigos? ¿Me recordarán a mí? Pienso.

Cuando entro en mi página, mi escuálido grupo de sesenta y tantos humanos ha producido una cantidad de material considerable, lo que me hace pasar un rato entretenido viendo sus consabidos monólogos, porque me he dado cuenta que en Facebook las personas nos convertimos en monologuistas donde martilleamos a la mesnada con nuestras manías.

¿A que tienes un amigo/a en la política en puesto de alcalde, concejal, consejero…? Pues tendrás tu ración de política de partido en tu periódico virtual ensalzando las bondades de su grupo y mostrando tozudamente las maldades del contrario. ¿Quién no tiene en su red una persona amiga de mostrar los platos que prepara y/o que come y nos ilustra a diario con sus arroces, pescados y postres? También está el hincha del Barça (no hay grupo de amigos que se precie que no tenga uno o varios hinchas del Barça que dan la tabarra con las excelencias de su juego al que elevan a la categoría de arte…) Por tener, tengo un amigo que es hincha del…¡Leeds United! y pone al corriente a todo aquel que está a su virtual alcance de cualquier cosa que ocurra en el club de la recóndita ciudad de Yorkshire. Seguro que habréis reconocido en esta tipología a algunos de vuestros contactos, aunque aún no he nombrado a todos ellos. Los hay que nos bombardean con frasecitas de autoayuda con las que nuestros bienintencionados amigos creen que van a aumentar nuestra felicidad y autoestima; ¡como si fuera tan fácil!, cuando sabemos que la de ellos está por los suelos. Estos últimos suelen alternar los positivos mensajes con edulcorados vídeos en los que simpáticos gatitos mordisquean las orejas de  aburguesados doberman que les apartan con la pata con ademán aburrido y a veces hasta juguetean con ellos. Manifiestan nuestros amigos así su amor leal y desinteresado con el mundo animal y su apuesta por un mundo más colaborativo que competitivo. En mi colección (y en la tuya) aparece también el amigo esteta, en su versión naturaleza y en la versión artes plásticas que a diario nos regalan con imágenes de lugares, personas, cuadros o eventos evocadores con el objetivo (a menudo acertado) de adornarnos el día con esa imagen que el esteta aprecia y nosotros (yo en particular) sólo la apreciamos cuando nos la aíslan y presentan.

Y luego están los ideólogos. Su actividad principal consiste en revisar la prensa y sus contactos en la Red y subir a su muro (es decir, a tu pantalla) toda la retahíla de información que elaboran los medios convencionales y refuerzan su propio mensaje ideológico. ¡Toma, por si no te habías enterado!  No quiero dejar pasar en este apresurado florilegio a dos tipos comunes en nuestra página de contactos: el “nostálgico”, empeñado en rescatar tiempos pretéritos e intentar reunir alrededor del brasero a personas que hace siglos que dejaron de verse sin, al parecer, echarse mucho de menos y al “sociable” que muestra su vida como si de una revista de papel couché se tratara, documentando cada uno de los pasos de su sociable vida, cada una de sus comidas, cada uno de sus encuentros, cada viaje y cada evento con su correspondiente foto y una permanente sonrisa que a seguro produce dolor en la cara.

Bueno, ya sé lo que algunos estaréis pensando: tengo amigos que comparten dos o más  de los rasgos descritos. Todos tenemos más de un rasgo que muestran nuestra personalidad poliédrica. De acuerdo. Yo también soy parte de algunas de esas personas. Prácticamente sólo uso Facebook para publicitar los escritos de mi blog pero para no ser un monologuista impenitente me permito subir de vez en cuando fotos de algún evento, viaje familiar… y para mi frustración veo que despierta más interés mi anodina existencia que mis reveladores escritos. Rabia me da.

Los días pasados han sido malos, muy malos,  para  Facebook. Me pregunto por qué una parte de mis amigos, que son personas más o menos cultas, la mayoría con educación superior se empeñaban en subir a su muro noticias como la de la medalla de oro de tal o cual pelotero. ¿Qué sentido tiene que un tipo como yo se encuentre la foto de Rafa Nadal mordiendo una medalla cuatro o cinco veces reproducida por el mismo número de personas de mi entorno? ¿Pero qué creéis que veo cuando abren el telediario o miro la primera página del periódico? ¿No sois mis amigos? Pues contadme todo lo demás, lo que no cuenta el puñetero telediario. Quiero seguir viendo al gatito hortera que muerde las orejas del doberman, quiero ver vuestros convencionales asados con familia y amigos, vuestros viajes y vuestras miserias ideológicas y dejad de anunciar a los demás que ha nacido Jesucristo, que eso ya lo hacen los pastores.

 Román Rubio
Agosto 2016 

PD.: La ilustración es cortesía de mi amigo de Facebook (y de la vida real) César Calero

sábado, 20 de agosto de 2016

MARTÍNEZ EL FACHA

MARTÍNEZ EL FACHA
















¿Recuerdan las historietas de Martínez El Facha? Sí, hombre sí, aquel tipo que aparecía en El Jueves desde 1977 hasta marzo de 2015 dibujado por Kim. Si no lo recuerdan, les haré memoria. Florentino Martínez es un empresario jubilado, franquista hasta las cachas, nostálgico de la época del Generalísimo, poco amigo de los extranjeros en general y de los moros en particular y, bueno, de las/los feministas, los melenudos, los hippies, los catalanes independentistas y los catalanes en su conjunto, de los marxistas, socialistas, progresistas y cualquier  “ista” que se posicione en contra de la gloriosa Falange y que quiera cambiar algo de la tradición carpetovetónica más casposa. El personaje, acompañado por otros secundarios como el niño Adolfito, el Padre Bocquerini, el Sr. Morales y otros acólitos hacen (hacían) las delicias de los lectores con su patetismo montaraz y caduco. En realidad, sólo siguen el estereotipo del facha hasta sus últimas consecuencias produciendo, en su empeño de revertir la coyuntura a tiempos pretéritos, situaciones delirantes y cómicas. Dan risa.

Algo parecido quiero ver en ciertas páginas de internet que algunos amigos y conocidos difunden en sus muros de redes sociales. Se trata de ridiculizar, echando mano de todos  los estereotipos, la figura del progre. De manera singular ocurre con dos páginas: El Azote del Progre y Anti Podemos Madrid. Por algún motivo, relaciono la primera con la publicación Libertad Digital, la franquicia del Sacristán de Bolilla, aquel que cuando trabajaba en la Cope, tocaba a rebato mientras culpaba todos los días, durante años, a la ETA y a Rubalcaba de los atentados de Madrid. ¿Se acuerdan? En cuanto a la segunda (Anti Podemos Madrid) me invita a comparar el seny de Carmena frente al de la señora del “nice cup of café con leche” y me digo que no hay color, aunque para gustos… además de que el seny es una característica que, por razones obvias, no goza de mucho predicamento en la capital del Reino.

Estoy de acuerdo de que la figura del “progre” es risible si se explotan a rajatabla los estereotipos. Ahora bien, en ocasiones se atribuye al progre y/o podemita posiciones o actitudes que no se corresponden con la realidad y se insiste una y otra vez, como hace el tal Inda para ver si así queda algo. No se puede decir que el podemita está a favor del burka o de censurar las imágenes de las Olimpiadas superponiendo líneas negras en la zona pélvica del cuerpo de las mujeres atletas al tiempo que a ellas se les culpa de quitarse la camiseta a la primera de cambio y ante cualquier iglesia u oratorio. O una cosa o la otra; o las tachas de frescas o de guardianas de la moral, pero de ambas cosas…
El hecho de que la inmensa mayoría de gente de este país –progres y menos progres- creyéramos que la invasión de Irak y la consecuente carnicería fuera una acción inmoral, ilegal, criminal y estúpida no quiere decir que nos guste el régimen iraní (que por cierto era enemigo de Sadam) ni que apoyemos al ISIS. Y no, tampoco nos gusta el saudí, ya que nos ponemos; pero, a pesar de ello, tampoco estamos por la invasión del país, no sé si me entienden. Simplemente no estamos por la labor de invadir países con el objeto de convertirlos. Ni al cristianismo ni al capitalismo liberal. Ya lo harán ellos (convertirse) si lo creen conveniente.

Otro tema con el que se relaciona al progre y se le critica por ello es su connivencia condescendiente con los regímenes cubano, venezolano y otros, cicateros ellos con el tema de la propiedad privada o la distribución controlada de la riqueza. Pues bien, algunos regímenes se establecieron tras una sublevación revolucionaria: como Franco, pero en dirección contraria, instituyendo quasi monarquías revolucionarias. Otros, en cambio, lo hicieron por las urnas. Habrá que respetarlos pues, sean o no de nuestra onda. Y sí, es cierto; están en la miseria. No es que vinieran de una situación de bienestar social extraordinaria pero tampoco parecen haber avanzado. Ahora bien: el ejercicio de  los bloqueos económicos con el objetivo político de asfixiar al régimen al tiempo que se condena al personal a la penuria tampoco denota gran altura moral, creo yo. Aunque de eso, de altura moral, es algo de que, a decir verdad, nunca han presumido ciertos liberales.


Román Rubio
Agosto 2016 

jueves, 18 de agosto de 2016

MATCH POINT

MATCH POINT












La pelota acaba de tropezar en la cinta de la red y está en el aire. El rival está al fondo de la pista, con lo que si cae en campo contrario es punto seguro, lo que significa set y partido.  Si cae en nuestro campo, por el contrario,  la cosa se complica. Es punto para el rival, el partido continúa y puede acabar en derrota. La pelota en el aire lo es todo: el triunfo o el fracaso, el júbilo o la aflicción, el éxito o la ruina y el olvido. De este modo Woody Allen empezaba la película de Match Point, remarcando el papel del azar, de la casualidad y la causalidad que rigen nuestras vidas sin que, a menudo, nosotros podamos hacer otra cosa que mirar la caprichosa pelotita que tiene en su redondez la llave de nuestro destino. Al final de la historia, el protagonista Chris Wilton (Jonathan Rhys-Meyers), soliviantado por una arrebatadora Scarlett Johansson comete un doble crimen y se convierte en sospechoso principal de la policía, pero hay un golpe de azar que salva al asesino. Al desprenderse de ciertas joyas que el tipo roba para despistar tirándolas al río, un pequeño anillo rebota de manera fortuita con la barandilla y al igual que la bola de partido, tras quedar en el aire indeciso, cae a la parte de la calle. El anillo es encontrado más tarde en el bolsillo de un delincuente muerto por sobredosis y tira por tierra la teoría de la autoría de Chris. De esta manera ingeniosa y elegante cierra Allen el círculo de la historia que no es sino una lúcida parábola del azar. Esta vez la historia sale bien. Para el protagonista, que no para la justicia.

Me encontré con el mismo argumento el martes por la noche en el resumen de la jornada olímpica. Esta vez la historia había sido rodada con dos finales diferentes. Cada uno con la pelota a un lado de la red. Por una parte, el equipo español de básquet femenino había eliminado a Turquía en un agónico final tras haber ido por detrás la mayor parte del tiempo. En el último segundo y con el marcador igualado  la jugadora Anna Cruz lanzó una pelota que tras jugar con el aro…¡zas!, entró. Dos puntos arriba, final del partido y el equipo español clasificado para cuartos. En la misma ciudad, el mismo día, las chicas del equipo femenino de balonmano, conocido como Las Guerreras vieron cómo se les complicaba un partido contra Francia que habían tenido ganado durante todo el tiempo, a veces con gran ventaja. En el último segundo de la prórroga la jugadora española Nerea Pena lanza una pelota que podía significar el match point. Ésta golpea el poste y esta vez, ¡zas!, la pelota sale rebotada al campo, lo que significa  la eliminación del equipo. ¿Ven como los Juegos Olímpicos traen historias que hablan de los grandes temas? El destino, el azar, la gloria, el encumbramiento del ganador y la pena por el héroe caído… Shakespeare en estado puro. O Woody Allen, que viene a ser lo mismo.

¡Bueno, no exageremos! Se trata de evocar grandes temas con los inocuos jueguecitos de la Señorita Pepis. Las pelotas se inventaron redondas para hacer caprichosa su trayectoria. A veces botan aquí y otras allá para gozo o pasmo de los millones de  seres inanes que fían su ventura personal al caprichoso girar de la pelotita con la que juegan otros y no hacen sino mirar el medallero para sentirse  medianamente realizados. Buenos días, España.

Román Rubio
Agosto 2016

domingo, 14 de agosto de 2016

Y NO MORIR EN EL INTENTO

Y NO MORIR EN EL INTENTO





















Trump luce un elaborado tupé de color amarillo que nace de un lateral del cráneo y escala y rodea el resto de la calavera en una pirueta imposible y bien asegurada por la laca. Además es bruto e inculto. Ha leído menos libros de los que ha escrito  Mortadelo y no se atreve a publicar sus ingresos no sabemos si por vergüenza de rico, bochorno por ser más pobre de lo que quiere aparentar o apocamiento de defraudador. A Ximo Puig, el preboste valenciano parece que le ha caído un nido de gorriones en la cabeza y se niega a quitárselo hasta cuando se baña y de Sarkocy sabemos que usaba alzas en los zapatos para parecer más alto. Al pequeño Napoleón, señor de Bruni, le gustaba lucir abdominal y pectoral en sus veraneos de Nueva Inglaterra, aunque nunca supimos lo que había de verdad o de photoshop en aquel torso. Otro prócer dado a la exhibición de tórax es el ex KGB Vladimir Putin, amigo de mostrarse sin camisa cabalgando por la estepa siberiana y en otras poses con machetes de campaña y fusilería varia. En eso, Putin es un campeón, pero en cuanto a definición de musculatura abdominal, ninguno como nuestro Aznarín de Tarascón (el Gran Español) que consiguió a fuerza de humillar a su entrenador personal, perfilar cada línea muscular de entre  pecho y  pelvis con una nitidez pasmosa.

Todo ello fue y continúa siendo celebrado por la prensa, de esa prensa (como es natural) siempre ávida de mostrar las chispas y los tizones de la hoguera de la vanidad humana y que celebra con regocijo los bañadores sin braguero como el de Rato. De Rajoy (tan anodino) sabemos que un accidente de juventud dejó unas cicatrices en la cara que trata de ocultar con la barba y José Bono nos sorprendió hace tiempo con un crecepelo adquirido a un predicador de Dodge City y de sorprendente resultado. Pocos han sido, sin embargo, tan osados y renovadores con su figura como el gran Berlusconi que en la vejez sacó pelo, piel tersa y otras novedades de truco y trato con las que lograba embelesar a las velinas; aunque quizás, a pesar de sus entretenidas estancias en Cerdeña sin taparrabos, nunca consiguiera ese bronceado de birlibirloque con que siempre se adornaba Zaplana ya fuera invierno o verano. A Boris Johnson, el exalcalde de Londres y fallido Primer Ministro no se le puede acusar de inculto puesto que dicen que puede hablar latín pero su biógrafa Sonia Purnell escribió de él que “Parece una cesta de ropa sucia con sobrepeso y tiene el hábito de olvidarse de la ducha” y el diario The Sun abrió hace poco con el titular “Ballena azul avistada en Córcega” refiriéndose a Cameron y a su descuidada silueta dentro de un bañador azul de más de 250 €. Hugo Chávez era (y es) conocido en Es Radio como “el Gorila Rojo” por el sacristán de bolilla. Y así todos.

¿Y a qué viene este repaso de las cualidades personales de tantos celebrados líderes? Responde a una reflexión que me hice tras leer el artículo de David Alandete en El País (edición digital) del día 13 de agosto titulado Y no morir en el intento. En él expresa la teoría de que las mujeres, en política “no es que lo tengan difícil, es que lo tienen imposible” lo que si consideramos que en Alemania, Reino Unido y probablemente pronto en EEUU (los tres países más poderosos de occidente) hay o va a haber una mujer en lo alto hacen bueno el slogan de Nike “Impossible is nothing”.

Por supuesto que la mujer en la alta política se tiene que someter al escrutinio de la prensa y del público en general pero tanto como afirmar que “son casi sobrehumanas”, “…soportando el escrutinio constante y pormenorizado de cada parte de su atuendo y aspecto físico….” Hombre, si de Dilma Rouseff  se dice que es mandona, rígida, altiva, orgullosa y engreída por algo será, digo, yo, que no la conozco. ¿Quizás lo es?

Se lamenta el autor de que de Hillary se diga que es fría, calculadora y que usa bótox, lo que no creo que sea ningún atentado a la igualdad de sexos; a lo mejor lo compra (el bótox) en el mismo dispensario en el que Bono y Berlusconi compraban el milagroso crecepelo. A la Merkel, como buena luterana se la conoce por su moderación, austeridad y falta de carisma, al tiempo que son celebrados sus trajes de chaqueta pantalón como el atuendo más aburrido después del de Mao… ¿Y? En cuanto a la recién llegada Theresa May, la prensa la ve resoluta ¿?, difícil, testaruda, moralista y “de acero”, más o menos como a la Thatcher. Y todo esto, para el director adjunto de El País significa una discriminación de género inaceptable, convirtiéndolas (a ellas) en “casi sobrehumanas”…
Pues, espera. Aún no ha llegado el tiempo a que a ninguna de ellas se la llame ballena azul ni gorila ni cesta de la ropa sucia y olvidadiza del hábito de la ducha pero, dado el descaro de algunos medios, ya llegará. Entonces veremos qué escribe el amigo Alandete.

Román Rubio
Agosto 2016

jueves, 11 de agosto de 2016

EL FACTOR HUMANO

EL FACTOR HUMANO





















O sólo España me importa, podría ser el otro título de este artículo. Han llegado los Juegos Olímpicos, lo que para mí significa encender la tele más rato del habitual y ver de entretenerse de cuando en cuando mirando imágenes de deportes insospechados y hasta desconocidos. Hoy es un rato de tiro con arco, o al plato o con pistola en la que los tiradores usan gafas y artefactos extraños, mañana piragüismo de aguas bravas o de equipo o parejas o vaya usted a saber; o boxeo, golf, natación, lanzamiento de hueso de aceituna o levantamiento de troncos; así hasta llegar al atletismo, el padre de todos los deportes olímpicos. Lo cierto es que todos tienen su interés, su destreza y estética, nos evocan mundos alejados de nuestra cotidianeidad y hacen entrever largas horas de entrenamientos, vidas enteras dedicadas a perseguir la excelencia en disciplinas que nos son alienas o vagamente familiares.

Los pasados días he pasado alguna hora mirando la competición de gimnasia femenina (y algo de la masculina) y la he encontrado interesantísima: unas niñas de uno cuarenta de estatura chinas, rusas, norteamericanas, holandesas o japonesas haciendo saltos y movimientos prodigiosos, casi imposibles. Mientras me entretenía con sus piruetas escuchaba a las locutoras de TVE diciendo mayormente nimiedades técnicas de las atletas.Como gran cotilla que soy a mí me interesaba todo lo demás, todo lo que “no” decían, por desconocimiento, desidia o falta de interés. Me interesaba quiénes son esas niñas, qué comen, cuánto se entrenan, si viven con sus familias o en centros de entrenamiento, si aprueban la reválida o la suspenden, cuánto dinero ganan, en el caso de las chinas por qué tienen esa carita de muñecas de porcelana, en el de las americanas (muchas negras con físico prodigioso, aunque menudas) si provienen del guetto o de la clase media, si gozan de privilegios escolares por el ejercicio de su actividad, si tienen hermanos, primos o vecinos metidos en tiroteos juveniles o son tranquilos estudiantes suburbanos, qué estatus tienen ahora las rusas en una sociedad que antes de ser mercantilista les concedía jugosas prebendas… Me interesa el factor humano de la Olimpiada, algo que por desconocimiento o dejadez no cuentan los medios de comunicación.

¿Y qué cuentan los telediarios? Hoy nos abruman con el estupendo triunfo de Mireia de Badalona, del que me alegro, no crean. Hasta hoy, la entradilla típica de un día de deporte olímpico en el telediario había sido: “Hoy ha sido un día triste para el sueño Olímpico español…” Todo porque tal o cual atleta o equipo no ha conseguido clasificarse para tal o cual final o semifinal. Pero, bueno: ¿tanto os importa España como para resumir la cantidad de historias (que desconocéis los profesionales o no sabéis contarlas) en el hecho de que España gane tanto o cuánto? El otro día la judoka Majlinda Kelmendi ganó una medalla de oro para su país, Kosovo, logrando la primera y única medalla que ha obtenido el pequeño país castigado por la no tan lejana guerra y al que España no ha reconocido aún como país soberano. La chica, convertida en su tierra en heroína nacional, mostraba un orgullo y una emoción contagiosa y auténtica. ¿Por qué no abren los telediarios con una historia así y son las redes sociales las que difunden lo que puede haber de interés en el lado humano de las cosas?

Una de tres: o los profesionales de la información son personajes abotargados por la costumbre y la rutina, sin reflejos, ideas o conocimientos, o los espectadores son una masa amorfa y acrítica que se limita a saltar en el asiento cada vez que algo vestido con la rojigualda gana algo o soy un tipo raro con una curiosidad malsana que se interesa por todo lo que hay alrededor de los acontecimientos en vez de hacerlo por lo que importa que no es sino ganar, ganar y que gane España. Una y otra vez. A todo.

Sospecho que no sólo ocurrirá en este país. Que todos mirarán al medallero. Lo entiendo. En eso eran especialistas las autoridades de la RDA, de la URSS y de la Rumanía de Ceucescu, que trataban de capitalizar los éxitos de los deportistas como propaganda del ineficaz sistema político. Y así les fue. Pero, en serio: ¿tanto les pone que un tipo de Ponferrada salte más que otro de, digamos, Liverpool? 

Yo, por mi parte, intentaré indagar en las vidas de las muñequitas de porcelana del Oriente y de las pequeñas chicas del guetto de Occidente para contextualizar y poner un poco de sal en las espectaculares performances y piruetas y seguiré huyendo de los programas de cotilleo de este país con su nutrida pléyade de tonadilleras, torerillos, pícaros chulescos, futbolistas portugueses, princesas del pueblo, chiquilicuatres y metemeentodos, que son también para cotillas, pero de otra clase. Y me importan más bien poco las medallas que gane España. O Rusia. ¡Viva Kosovo!

Román Rubio
Agosto 2016 

martes, 9 de agosto de 2016

CARTA A LOS (AD)EFESIOS II

CARTA A LOS (AD)EFESIOS II





















Hermanos de Efeso que dada vuestra provecta edad y/o gracias a la extrema generosidad de la sociedad del bienestar que os acoge os encontráis en el ejercicio de la gozosa jubilación:

PARTE DOCTRINAL
Ha llegado a mis oídos, aquí en Roma, algunas de las prácticas que lleváis a cabo y que no son acordes con las reglas del sentido común y del bien vivir, produciendo un menoscabo en la calidad de vuestras propias vidas así como de las de quienes os rodean.

Se dice que muchos de vosotros sois capaces de levantaros, y muchos lo hacéis, con las primeras luces del alba, incluso antes, con el único propósito de bajar a esa playa levantina a plantar la sombrilla en primera línea para subir después al apartamento del que disfrutáis en propiedad o alquiler y que tiene una figurita con un burro de madera con su albarda y todo que pone: Recuerdo de Almuñécar, a haceros tan ricamente el desayuno para después aburriros en vuestras sillas  durante larguísimas horas junto al mar en las que dormitáis con la gorra ladeada y la baba cayendo al pecho. Debéis saber que el hecho de querer acaparar primera línea todos los días de vuestro veraneo es insolidario puesto que impide que otros lo hagan (y disfruten de la brisa), además de ayudar a proyectar una imagen de un país lleno de gente mayor, mayormente de secano, madrugadora en extremo y amiga de moda y parafernalia de hipermercado.
¿De verdad pensáis que el hecho de estar en primera línea “todos” los días de vuestro veraneo os va a hacer más felices? ¿Qué tal la segunda o la tercera algún día para variar? ¿Creéis que a tres metros detrás del lugar en el que a diario os colocáis no llega la brisa?
Hermanos, hay algo perverso en el alma del jubilado que hace que quienes en su vida laboral fueron personas “normales” se conviertan en seres maniáticos y madrugadores en su ociosa senectud y les impele a  salir de la tibieza de las sábanas, aún en invierno, a la caza de la ganga o para tratar de acaparar las más insignificantes prebendas. Ocurrió no hace en mucho en un lugar de vuestra Comunidad llamado Málaga y se difundió en las noticias aquí en la metrópoli, lo que me dio que pensar y me decidió a escribiros esta misiva.

 “Un hombre de 80 años (considerémosle un jubilado, aunque el reportaje no lo especificaba) conduce 8 kilómetros en contra-dirección en la autopista A7, en Málaga”. Afortunadamente no hubo que lamentar accidente alguno. Al ser interrogado no se apreció que hubiera ninguna intención de hacer daño ni a sí mismo ni a los demás. Fue un error. Era de noche y el hombre se confundió y entró en la autopista por dónde no debía. Pero, ¿por qué razón?, ¿cuál creéis que era el motivo de su viaje? No creáis que salió de noche al auxilio de algún familiar o amigo en dificultades, no. Tenía cita por la mañana del día siguiente para pasar la ITV del coche y, como quería pasarla el primero, decidió salir la noche de antes y pasar las horas en el auto, a la puerta de la instalación, para así, tener la garantía de ser el primero de la mañana. ¡Pero, Hermanos!: ¿qué os pasa a muchos de vosotros que sois capaces de poner en riesgo vuestras vidas y las de vuestros semejantes por el simple hecho de llegar en primer lugar a la ITV, a la cola del IMSERSO o a la oficina del Ayuntamiento donde se expenden los carnets anuales del autobús urbano? ¿Qué hay de malo en ser, digamos, décimo-octavo de un día en el que tampoco hay tanto que hacer? ¿Queréis acaso ganar medallas en unas virtuales Olimpiadas de Jubilados Diligentes, cual competitivos cazadores de Pokemon? ¿No os dais cuenta de que no tiene mucho sentido tanto madrugar para ser los primeros en algo y pasar dormitando el resto del tiempo?

PARTE EXHORTATIVA
Por esto os exhorto, Hermanos, con la sabiduría que me confirió la luz del Espíritu que se me hizo manifiesta en el camino de Damasco y la visión clarividente del que habita la forzada reclusión aquí en la metrópoli, a que permanezcáis más tiempo entre las tibias sábanas, vayáis a los sitios a horas normales dándole a los que no son maniáticos como vosotros la oportunidad de conseguir algo de lo que acaparáis y, sobre todo, Hermanos, tratad de hacer algo con vuestros días que sea útil para vuestras personas y para quiénes os rodean, aunque, ahora que lo pienso, ponerle a la parienta su sillita de Carrefour en primera línea, expuesta a la brisa del Mediterráneo, tiene su mérito. ¡A ver si a fin de cuentas no vais tan desencaminados!

Saulo de Tarso

Román Rubio
Agosto 2016 

jueves, 4 de agosto de 2016

FLASHMOB

FLASHMOB












Mi pueblo, al que voy todos los veranos, no es un pueblo taurino. Otros de la cercanía lo son, pero no el mío. Hace años, siendo yo joven se hicieron toros en la plaza,  en las fiestas de verano, para ver si prendía la afición y no ser menos que algunos de los vecinos. Un año se probó hasta con el toro embolado. Ya saben, se prende fuego a dos bolas de alquitrán en los cuernos del animal que, asustado y desorientado, deambula por la plaza a ver si consigue llevarse por delante a algún mozo y cobrar así su magro trofeo de venganza. Un grupo de amigos tuvimos una idea que pudo llegar a ser nefasta. Tomamos un palo, atamos dos bolas de trapo mojadas en gasolina en los extremos, les dimos fuego  y mientras uno corría con el palo encendido, los demás corríamos con él calle abajo al grito de ¡el toro, el toro!, como si éste se hubiese escapado de la plaza. El efecto fue arrollador. Al llegar a la calle principal me di cuenta de que la cosa se había ido de las manos: personas que estaban sentadas a la puerta de las cafeterías saltaban por la ventana adentro del bar mientras las mesas con sus servicios volaban. Un desastre. Hubo algún perjudicado pero afortunadamente nada grave,  chichones y cosas así. Los autores fuimos conducidos al cuartel de la Guardia Civil, se nos tomaron los datos y se nos conminó para tomar declaración al día siguiente. Aún conservo por algún cajón el apercibimiento del Gobierno Civil de la época perdonando por una vez la denuncia al juzgado dado que éramos gente de bien y no hubo tragedia que lamentar, advirtiéndonos, eso sí, de que no se volviera a repetir el suceso o la autoridad tomaría las medidas coercitivas correspondientes. Los autores, tras el éxito de la broma (o gamberrada) pasamos a ser mitad héroes mitad villanos dependiendo de la parte de la calle desde dónde se hubiera vivido la fiesta.

Lo que no sabíamos es que habíamos provocado un (o una) flashmob, que con el inglés nunca se sabe si la palabra es masculina, femenina o qué. Ni nosotros ni la Guardia Civil. De haberlo sabido… Se habló de gamberrada de jóvenes estudiantes, de broma de dudoso gusto, provocación de pánico colectivo con consecuencias impredecibles… pero sin alusión alguna al flashmobbing, palabra con la que nos hemos familiarizado a raíz de lo acontecido en Playa de Aro en donde un grupo de monitoras alemanas provocaron el pánico entre la gente “como una de las actividades” del grupo que lideraban, lo que nos hace pensar qué clase de grupo es ése, cuáles son las otras actividades programadas y si ya se han llevado a cabo todas o aún queda alguna por desarrollar y de qué tenor es.

Lo cierto es que la gente “vio” en la huída de personas corriendo un atentado terrorista. Los palos de selfie fueron vistos por los asustados ciudadanos como armas automáticas y los móviles grabando como bombas. La “gente” (ese vago concepto tan usado por personas como Susana de Andalucía y otros próceres) es así de histérica. Somos así de histéricos. En mi pueblo, un chico  llevaba un palo encendido por los extremos y vi a personas (que le conocían personalmente) mirándole, que huían despavoridas porque ellas miraban a un chico pero “veían” a un toro, de dos patas y 60 kilos, con pantalones vaqueros y ricitos en la cabeza, pero un “toro”  que decía “muuuuuuu”.
Y es que “no hay más ciego que el que no quiere ver”. Si quieres ver un toro, lo ves; aunque pongan delante de ti a un chaval de 16 años con una caña encendida por un extremo; y si quieres ver a un terrorista, también, aunque por delante pase una monitora alemana corriendo con un palo de selfie.
En esto andaba yo pensando tal que ayer: en que nada es lo que parece. Y que una cosa es mirar y otra, ver. Y que oír no es lo mismo que escuchar. Y que a menudo vemos y escuchamos lo que queremos y no lo que miramos u oímos. ¿O es al contrario?


Román Rubio
Agosto 2016

martes, 2 de agosto de 2016

LAS CUENTAS NO SALEN

LAS CUENTAS NO SALEN














¡Bravo! Acaban de publicarse los resultados de las últimas pruebas de estrés bancario y la banca española sale robusta, como Hercules Cortez. ¿Alguien se acuerda de Hercules Cortez? Quienes hoy presuman (o se lamenten) de cierta edad recordarán a un tipo fortachón que venía del mundo del Catch, español de nacimiento y campeón por parejas en América de la AWA (American Wrestling Association). Aquí, en España se hizo muy popular por aparecer casi a diario en aquella televisión en blanco y negro haciendo pulsos. Sí, sí. Cada día se acodaba frente a una mesa y tiraba un pulso con cualquiera que le desafiara. Siempre ganaba el formidable Hercules Cortez, todo un ídolo en España entera, que, por cierto, había comenzado su exitosa carrera de forzudo  con el nombre de Pepe Chicharro o Pepe Cortés y fue en Estados Unidos (el país del espectáculo) dónde cambió el nombre por el más rimbombante de Hercules Cortez y donde murió a la edad de treinta y tantos en accidente de coche en Minnesota.
Los bancos españoles, como el gigante del catch han resistido los temibles embates matemáticos de las pruebas de estrés con notable alto, tal y como lo hicieron en 2010, cuando jugábamos en la Champions League de las finanzas. ¿Se acuerdan? Sí, hombre sí, fue un poco antes de que hubiera que proveer con 62.000 millones de euros, de los que finalmente se usaron algo más de 41.000, para sacar a flote el sistema financiero español. Sólo Bankia, producto de la fusión de las mejores Cajas del país y dirigida por el mayor genio de las finanzas españolas del siglo necesitó de 23.000 millones de euros, una cantidad que yo –y tú también, lector, ¡no te hagas el interesante!-, somos incapaces de imaginar, como cuando nos hablan de las distancias siderales o el número de estrellas de tal o cual galaxia.

Y es que hay cosas en economía que nos resultan difíciles de entender. Y no sólo en la macro sino en la microeconomía; por ejemplo: como aficionado a la cerveza y dado los rigores del verano compro gran cantidad del hidratante elemento y quizás por esa razón, a menudo me inclino por una low cost en su versión Premium –ya saben, una de esas marcas blancas de supermercado-. Pues bien, he descubierto que la que yo adquiero en Valencia, en mi supermercado de siempre, está fabricada en Francia, cerca de la frontera con Bélgica y esto es algo que no me cabe en la cabeza. ¡A ver!, la cerveza pesa. Pesa y abulta mucho. Si bebes tres latas al día ocupará más de un litro (hay que pensar que la lata es redonda) y pesará un kilo y pico (contando el envase). ¿Alguien puede explicar que pueda resultar más rentable transportar 2.000 kilómetros toneladas de cerveza barata que fabricarla, digamos, en Loriguilla? Lo siento, pero no lo comprendo.

Hace un tiempo, en el bar de un hotel de San Francisco, la mujer sentada en la mesa contigua a la mía pidió, muy fina ella, a mitad de tarde, su “Perrier Citron”, que como todo el mundo sabe no es sino un botellín de agua con gas con una raja de limón. Y no sólo eso; también vi en las estanterías del bar, expuesta, agua de la marca Evian. Seamos serios: tanto la Perrier (con gas) como la Evian (sin gas) son aguas francesas. ¿Somos conscientes de la barbaridad que es llevar botellines de agua desde el Languedoc o los Alpes a California en términos energéticos, por ejemplo? ¿La cantidad de combustible aéreo y terrestre para el transporte y distribución de toneladas y toneladas de… agua a un lugar próximo a una de las fuentes de agua dulce más importantes del mundo como son las Montañas Rocosas?

Al fin y al cabo el precio del ticket del bar del hotel creo (y deseo) que justificara el dislate. El esnobismo se paga. Y los americanos lo saben. Por esa razón, para vengarse de los absurdos precios que la señora de San Francisco pagó por su Perrier, los de Cupertino se inventaron Apple y les pusieron una tienda a los franceses junto a la Opera y otra junto al Louvre. Y a los madrileños y a los valencianos y a los… bueno, a todos.

Román Rubio
Agosto 2016





lunes, 1 de agosto de 2016

SALA DE ESTAR

SALA DE ESTAR
















O salón, sala o salita de estar. Es el cuarto de la casa en el que se hace vida (más bien, se hacía); ahora se ve la tele. La nueva vivienda trajo consigo más comodidad junto a una economía del espacio y la estancia pasó a ser salón-comedor en la mayoría de las viviendas en las que el comedor, como tal, desaparece. En la actualidad el acto diario de comer tiende a incorporarse a la cocina, pero, ¿y en inglés?, ¿cómo llamamos en inglés a la sala de estar?
De manera enigmática si se desconoce el origen, la denominación clásica más común para la habitación –y la que encontramos en los libros de Jane Austen o Virginia Woolf- es “drawing room”, que curiosamente nada tiene que ver con el dibujo, aunque “drawing” signifique, entre otras cosas, “dibujar”, de modo que si ustedes se imaginan a las jóvenes casaderas de la casa  planeando sus enlaces con caballeros de la época mientras garabatean con los carboncillos y colorean con las acuarelas, van de lado. Se trata de un acortamiento de “withdrawing room”, -de “withdrawing” (retirar)- designando al lugar de recogimiento o retiro en el que la familia se recluía para buscar su intimidad separada de los criados y de encuentros formales como recepciones y cosas así.

En los siglos XVII y XVIII la palabra “salon” compitió con “drawing room” en las preferencias de los círculos distinguidos anglosajones y pronto apareció la versión anglofilizada  “saloon” que pasó de designar sitios públicos para socializar (mejor alternar o relacionarse) en lugares como hoteles o barcos a referirse a lugares de consumo de bebidas alcohólicas -en las que sólo el héroe de tapadillo y el predicador toman leche o zarzaparrilla- antes de referirse a un tipo específico de automóvil para acabar siendo acaparado el vocablo por los locales de belleza, peluquería y cosas por el estilo; de ahí el calco lingüístico hispano de “salón de belleza”.

Los americanos prefirieron desde el siglo XIX y durante mucho tiempo  la palabra “parlour” o “parlor” como aún vemos en las puertas de tantos negocios de Brooklyn o Chicago  (Tattoo Parlor, Funeral Parlor, Pizza Parlor…) para designar la habitación principal de la casa en la que la familia se instalaba para coser, leer, conversar, jugar a juegos de mesa y pasar el rato. Por nueva que parezca la palabra, es la más antigua. Hay registros del vocablo (del francés “parler”, hablar) desde 1225 para designar la habitación de los monasterios en la que los monjes se reunían a hablar, secularizándose el término en el habla inglesa en el último cuarto del siguiente siglo.

En el año 1806 aparece por primera vez el término hoy dominante de “sitting room” (de “sit”, sentarse), que se extiende en la segunda mitad del siglo XIX y que es hoy en día la más usada junto a living room con significados idénticos o parecidos, si acaso living room es un término más amplio que incluye no sólo la zona de sofá y sillones sino mesa de juegos o banquetes, audiovisuales… sólo amenazadas por  “lounge” (pronúnciese    /laʊndʒ/ y no  /lʌntʃ/, que significa comer a mediodía, ni   /lɔːntʃ/ que quiere decir lanzar -un cohete, un producto…-) y que originalmente se refería a un tipo de silla o sofá, después una chaqueta y tras 1881 una habitación de la casa. “Lounge” se usa hoy como sinónimo de “hall” (vestíbulo) en hoteles aeropuertos, hospitales, estaciones y otros edificios públicos. También, de manera notable, en los aeropuertos designan las salas esas a las que acceden personas que compran (o les compran las empresas e instituciones) billetes más caros y en las que es prácticamente imposible alternar con profesores y otros individuos de capacidad adquisitiva limitada o planteamientos vitales modestos, como es el caso de quien esto escribe.

Espero que se hayan entretenido (e instruido) con el tema de hoy. Parece que para elaborarlo haya hecho un considerable trabajo de “research”. No es así. En realidad lo he sacado, casi por completo, del capítulo VII “The Drawing Room” del ameno e instructivo libro “At Home” de Bill Bryson. Para su información.

Román Rubio
Agosto 2016